domingo, 31 de marzo de 2013

EL PAPA SANTO QUE CONOCÍ


No puedo negar la emoción que sentí el pasado 13 de marzo, cuando desde las chimeneas de la capilla Sixtina vi salir el tan esperado humo blanco que anunciaba la elección del nuevo Papa de los católicos. En mi televisor seguí atenta  cada minuto desde que se observó la fumata, hasta una hora después cuando anunciaron el nombre de quien a partir de ese momento, se convertiría en el máximo jerarca de la Iglesia Católica.

Con beneplácito, escuché que el elegido había sido el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio. Debo ser sincera, no sabía  de quien se  trataba, su nombre era totalmente nuevo para mí, sin embargo, el hecho de que:hablara mi mismo idioma, que se convertía en el primer sucesor  Latinoamericano  en ocupar el trono de San Pedro, y que su país de origen se encuentra tan cerca de Colombia, me hizo emocionar el doble.Pero más me conmocionó cuando lo escuché hablar, en un gesto noble pedirle a sus feligreses orar por él, y luego todas sus muestras de humildad.

Sin duda, estaba ante un hecho histórico que quedará plasmado por siempre en los archivos de la vida. Personalmente es la segunda vez que presencio semejante momento memorable para quienes somos católicos, así que me aseguré de que su proclamación quedara claramente registrado, en fotos y videos que tomé desde mi televisor, con  mis hijas pequeñas en primer plano como protagonistas y testigos de ese magno acontecimiento para el mundo cristiano.

Como católica espero tener papa Francisco para rato,  y aspiro que por sus obras, mensajes y gestión social,  deje una huella imborrable en mis recuerdos y en mi corazón, porque cosa contraria sucedió con su antecesor Benedicto XVI, por quien nunca sentí  feeling, `química` por lo que sus 8 años de pontificado, pasaron, para mí, sin pena ni gloria.


 Los tres últimos papas de la historia reciente: Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.


Estuve en primera fila

Seguramente pasará algún tiempo hasta cuando el papa Francisco visite por primera vez Colombia. Y quizá ni él mismo sepa la fecha, sólo espero  que cuando eso suceda, Dios me de licencia  para estar  con mis hijos en primera fila, y podamos conocerlo en vivo y en directo.

Y es que en vivo y en directo tuve la fortuna hace 27 años, de conocer al papa Juan Pablo II (q.e.p.d.)quien luego de anunciar en 1986 su  peregrinación por Colombia, desató de inmediato una `papamanía´, como quien dice, una `fiebre´ de papa que se extendió por los cuatro puntos cardinales de la geografía nacional, y ni yo, a mi corta edad para ese entonces, me escapé.

Recuerdo que en el colegio  Bienestar Social de la Policía Nacional donde adelantaba mis estudios de primaria, convocaron a un concurso de conocimiento sobre la biografía del Sumo Pontífice.Como era un colegio católico, apostólico y romano, dirigido por monjas, invitaron a los estudiantes a participar, así que repartieron pequeños libritos cuyo contenido  constaba de 100 preguntas y sus respuestas, relacionadas con la vida y obra del polaco Karol Wojtyla ( nombre de pila  de Juan  Pablo II). Muy juiciosa me las aprendí todas.

Días después, en el mes de julio,  el `Papa Viajero´, como solían decirle, arribó por primera vez a Colombia y Barranquilla fue su última parada luego de una  agitada semana  de recorrer 11 ciudades del país. Ese día fue de jolgorio, por lo menos en mi casa madrugamos a festejar. Mi mamá, mi hermana, yo y un nutrido grupo de vecinos de la cuadra, salimos muy temprano desde nuestra casa en el barrio Salamanca en el municipio de Soledad y caminamos rumbo hacia la  calle 30 o autopista al aeropuerto, pues  queríamos ser  testigos de primera mano, de semejante suceso que ahora cuento con mucha alegría.

Fueron 20 minutos de rápida caminata pues nos afanaba llegar a tomar un buen puesto sobre la vía pública por donde a pocas horas estaría pasando el Papa. Si mi memoria no me falla, su llegada estaba programada hacia el medio día pero se extendió un poco más. Luego de abrirnos paso entre la multitud -que apenas comenzaba a aglomerarse- y acomodarnos,  siguieron varias  horas de espera, de sol canicular, sofocante calor, desorden y empujones.

En mi retrospectiva, algo borrosa, aflora ese instante cuando su santidad Juan Pablo Segundo pasó a bordo de su llamativo Papamóvil, aunque el extraño vehículo rodaba rápidamente, pude observarlo sonriente y  siempre saludando a la multitud.Seguramente su bendición pasó rozando donde yo me encontraba.Fueron segundos como en foto finish, que permanecerán por siempre en mi memoria, al igual que en la de miles de personas que ese  día atiborraron las afueras de la Catedral Metropolitana María Reina, para verlo y escuchar el mensaje que desde el balcón impartía su Santidad.

Sin duda fue un momento sublime que seguí atenta: desde su paso frente a mí, hasta cuando observé  -en la transmisión que hacían por televisión-, que un helicóptero  alzó vuelo sobre la Plaza de la Paz de Barranquilla(recién reinaugurada con el nombre de plaza Juan Pablo II) y dentro de éste, al Santo Padre diciendo adiós para siempre.

El 7 de julio será un día que los barranquilleros no podremos olvidar. Hoy, 27 años después, puedo decir con orgullo que conocí a Juan Pablo Segundo, beatificado y en proceso de canonización que podría ser este 2013. 

Un verdadero Santo Padre, o mejor, un padre santo;de esos que obran milagros, que se veneran, a los que se les ora  (aunque todavía no conozco la Oración a Juan Pablo II) y por quien valió la pena la madrugada, la caminata, el inclemente sol  caribeño, los empujones y la larga espera que tuvimos muchos, pero no tantos, de vivir y presenciar.  


martes, 12 de marzo de 2013

¿CUÁL ES TU DON?

Hace poco más de un año, por invitación de mi cuñado Pedro Luis Díaz, tuve la maravillosa oportunidad de asistir por primera vez a una iglesia cristiana. Y asistí por simple curiosidad, pues él, quien cuenta con una cualidad muy especial que a mí particularmente me falta, y que quisiera tener en abundancia: la locuacidad, siempre hablaba bellezas de esa congregación. Me llamaba mucho la atención la manera de expresar  su aprendizaje Bíblico, enseñanzas recibidas durante más de 30 años de estar asistiendo, pero sobre todo, dos aspectos al que siempre Pedro hacía referencia, despertaron aún más el interés en mí.

Como católica, poca información tenía sobre los dones que al Espíritu Santo `el de arriba´, le ha encomendado nos otorgue a nosotros los creyentes aquí en este mundo. Esto quiere decir, que dependiendo de cada persona, sus habilidades, artes, oficios o profesión, estamos dotados de un talento especial e innato para desarrollarlo terrenalmente. Pedro, mi cuñado, dice  –y me consta- que él tiene el don de la visión para los negocios, porque puede vislumbrar oportunidades donde nadie más las ve.


Pero además de querer saber cuál era mi don, me llamó poderosamente la atención que algunos miembros de esta iglesia, tienen el poder de la profecía, palabra que según la enciclopedia libre Wikipedia, significa “don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras”. Así que ellos aseguran, que invocando al Espíritu Santo, pueden profetizar ciertos aspectos de tu vida que sólo Dios sabe y conoce.
Llevada por esas dos curiosidades asistí por primera vez un domingo cualquiera de enero de 2012. Ni corta ni perezosa, al término de la reunión  tal y como nos anunciaron a los nuevos, no me fui, sino que esperé sentada, silenciosa y ansiosa, a que alguien me llegara por la espalda, colocara sus manos sobre mi cabeza hiciera una oración y comenzara a vaticinar mis días venideros. 


Pasaron  pocos segundos para  que una mujer con voz tenua y apacible, se me acercara y  luego de una oración casi silenciosa, susurrándome al oído y como si fuera mi confesora y confidente de  siempre, me  hablara de los aspectos más personales de mi vida.  No lo puedo negar, quedé estupefacta, pues alguien a quien no conocía ni nunca antes había visto, me predijo lo que quería saber y escuchar. “No fue ella quien te habló, fue Dios a través del Espíritu Santo”, me aclaró mi cuñado luego de relatarle lo sucedido.


Un año después, muchas cosas de ese primer vaticinio, se han cumplido; y aunque luego de asistir  en tres  ocasiones más, no volví a la congregación cristiana, ahora puedo dar testimonio de que realmente a los seres humanos un Ser Supremo nos confirió esos dones  para  el bien de nuestros semejantes.



¿Cuál es mi don?


En esa reflexión personal y muy íntima  acerca de cuál es el don que tengo para compartir con el resto de la humanidad, he estado  desde hace un año  luego del primer acercamiento con la profecía. Pensando y pensando, analizando mis cualidades, defectos y habilidades, comencé a pedirle  al Espíritu Santo, me diera una señita, y me la mandó en forma de blog. Puede sonar extraño, pero  las cosas del Señor, llegan en el momento menos esperado, en forma de cualquier cosa y en medio de  circunstancias propicias o adversas.


Resulta que  hace 15 años me gradué como Comunicadora Social Periodista, y pese a que en mi experiencia profesional cuentan trabajos desarrollados en diferentes áreas laborales, definitivamente ha sido en la redacción periodística en la que más he ocupado mi tiempo, me he destacado y  he consolidado mi carrera.   


Hace dos años, cuando traje a este mundo a mi cuarta hija, llamada Geraldine, decidí hacer  un alto en el camino, ponerle alto indefinido a mi vida laboral, dedicarme 200% a ella y a Angeileen, mi otra bebé quien en ese entonces apenas contaba con 18 meses de edad. Entonces, me alejé de los medios de comunicación, del computador, de los periódicos y me llené consciente y premeditadamente, de  pereza mental para escribir, redactar o leer. Me sentí liberada de cierta  carga o estrés físico y mental, que genera vivir 24 horas en torno al ajetreo mediático.


No obstante, en los últimos meses comenzó a picarme  otra vez el bichito de la lectura; desde entonces, he sido muy selectiva con lo que leo. Confieso, que apenas estoy desterrando esa flojera que me acaparó, así que por el momento, mi atención sólo se centra en noticias, temas actuales, y algunos artículos analíticos. Últimamente también le he sacado gusto a la lectura de algunos blog escritos libremente por personas del común que quieren contar u opinar sobre algo. Y me gustan los que con un lenguaje ameno y sencillo, presentan  historias, anécdotas o relatos.


Fue en diciembre cuando me detuve en uno de los tantos blog que publica el periódico digital de El Heraldo de Barranquilla, llamado 'Anécdota Caribe'. Me sedujo tanto que volvió a despertar en mí el escritor dormido. En ese momento, supe que por mas que quiera dejarlo, por mas que quiera cambiar de profesión, por mas que no quiera trabajar  redactando noticias o cualquier otro género informativo, mi don está relacionado con poder escribir. Porque pase lo que pase y sin importar en que circunstancia de la vida me encuentre, siempre sigo escribiendo. La única diferencia es que ahora, mientras redacto estas líneas, lo hago sin presiones de tiempo, sueldo o  inmediatez. Simplemente porque quiero, puedo, y me da la gana.



                                        ...PUNTO APARTE 

Buscando un nombre para mi blog no fueron muchas las vueltas que tuve que dar. Desde que me propuse escribir sobre ciertos temas que son de mi interés personal, y  a medida  que  mis dos inquietas niñas de 2 y 4 años respectivamente  me dejaban  estar concentrada, pensaba  acerca del título que resumiera mi sentir, mi don y algo muy personal. 

Pero no sólo vocación, tiempo y disposición es lo que necesito para que fluyan las palabras indicadas, sin duda en la mayoría de momentos requiero de iluminación divina, ese ingrediente mágico que  puede llegarme a proporcionar la inspiración del Espíritu Santo.

Y precisamente fue ese Espíritu Santo el que inspiró el título de este blog: “Padre, Hijo, Amén”,  porque lo pensé  para reflexionar a nombre propio sobre  ciertos temas de la vida cotidiana. Y que me perdone la Santísima Trinidad, si dejo por fuera a su Espíritu Santo, pero estoy segura de que fue Él mismo, quien motivó este título para hacerle un homenaje a mi hija  de 4 años.

La pequeña cuando apenas contaba con año y medio de edad, gozaba y se divertía  asistiendo a misa dominical en la parroquia del municipio en el  Quindío donde vivimos un tiempo. Para  ella,  lo más entretenido era repetir una y otra vez las indicaciones del sacerdote, en especial la parte en  la que todos nos persignábamos. Su lenguaje precoz y en desarrollo sólo le alcanzaba para decir: “padre, hijo y  amén”, y el “espíritu santo”, siempre lo omitía.