lunes, 2 de febrero de 2015

Mis dos encuentros cercanos
con Diomedes Díaz



Foto tomada en Pereira durante la rueda de prensa ofrecida por  Diomedez Díaz
en el Hotel Pereira en el año 2006  

Como todos los de mi generación crecí escuchando las canciones de Diomedes Díaz. Conservo intacto el recuerdo de mi madre oyendo a todo volumen en su tocadiscos los LP tanto del ‘Cacique’ de La Junta como los de  Rafael Orozco, los cuales repetía una y otra vez por ambos lados. Estos acetatos no se rayaban, a lo sumo se le partía la aguja pero casi siempre en mi casa había guardada una de repuesto.
Desde que tengo uso de razón mi canción favorita era ‘Chispitas de oro’. Cuando me convertí en una adolescente fui incorporando en mi gusto musical muchos artistas más y de diferentes géneros, pero Diomedes y sus hermosas canciones siempre seguían allí encabezando mis preferencias. Cuando apenas pisaba los 16 años en plena flor de mi juventud y para una época de carnavales a principio de los 90, anunciaron el concierto de Diomedes Díaz y Joe Arroyo en una caseta muy cerca de mi casa. Era la oportunidad propicia para conocer a mi ídolo musical además, ambos artistas estaban en la cúspide de sus carreras así que era un espectáculo imperdible.
Como era menor de edad (en esa época las prohibiciones para los jóvenes no eran tan estrictas como ahora) al igual que mis  amigas de baile, nos vestimos y maquillamos como adultas, para parecer mayores y pasar inadvertidas en los controles de  entrada. Una vez adentro  buscamos la mejor ubicación posible, haciéndonos a pocos metros  de la tarima donde veíamos en primer plano toda la presentación. Recuerdo que llegada la hora estábamos emocionadas con Diomedes quien interpretó magistralmente todos sus éxitos, verseó, improvisó y encantó a toda su fanaticada, incluyéndome. También conservo intacto en mi memoria que por estar tan cerca veíamos más de la cuenta lo que unas  jóvenes  criadas en medio de sanos ambientes, no deberíamos haber presenciado y que en su debido momento tampoco comprendíamos. 
Aparte de cantar y tomar licor, casi que al mismo tiempo, Diomedes a un lado de la tarima inhalaba un polvo blanco que parecía lo ‘activaba’ más de la cuenta. Años después entendí que era cocaína. Ese primer encuentro cercano con el ‘Cacique’ no lo quitó de mis preferencias vallenatas, continué admirándolo, pero como artista,  más no como persona.
La carrera de Diomedes la seguí hasta cuando lo encarcelaron por la muerte de Doris Adriana Niño, cuando  estuvo enfermo postrado en una silla de ruedas y hasta cuando lo encarcelaron en Valledupar desde donde preparó un trabajo discográfico con Franco Arguelles el cual no gozó de la misma aceptación ni éxito que los anteriores. 
Después al unirse con Iván Zuleta la casa disquera Sony Music intensificó la promoción de su nuevo CD y como estrategia de mercadeo llevó de gira a Diomedes por todo el país, incluyendo Pereira, la ciudad donde yo residía y me desempeñaba como periodista de Farándula.
Casi 20 años después de ese primer encuentro en la caseta de Barranquilla, sin propiciarlo, tendría por segunda vez a Diomedes cara a cara durante la rueda de prensa con los medios de comunicación del Eje Cafetero, donde mostró  secuelas de la enfermedad y problemas para responder  las preguntas que se le formulaban, varias de sus respuestas fueron incoherentes, considero que fue un sacrificio de promoción que hizo, más no gozaba de plenas facultades.
Ese día no dejé pasar la oportunidad de tomarme una foto con el ídolo vallenato de todos los tiempos y mucho menos, faltar a su concierto en el estadio Hernán Ramírez Villegas. 
Esa noche Diomedes, se hizo esperar más de la cuenta, llegó tarde, era notoria su embriaguez, se le olvidaban las letras de las canciones y no tenía en óptimas condiciones su voz. Contraria fue la majestuosa interpretación del acordeón que hizo el joven Iván Zuleta. Muchos fanáticos como yo salimos decepcionados y convencidos de que el ‘Cacique’ estaba en su ocaso.
Ese segundo  y último acercamiento con uno de los más grandes del vallenato, volvió a mi memoria el pasado martes mientras veía  el primer capítulo de la serie de televisión que muestra su vida y obra. Muy acertada la historia, especialmente el momento en que el personaje interpretado por el joven abogado actor y cantante, Orlando Liñán, llegó al camerino del Parque de la Leyenda Vallenata donde sentenció que no saldría a cantar por temor a las críticas que recibiría luego de su retorno a los escenarios tras haber quedado en libertad. Yo fui una de las que lo criticó en la vida real después de presenciarlo en aquel concierto de Pereira.
La realización televisiva del Canal RCN me tocó la fibra; buena actuación, excelente fotografía y un impecable trabajo de producción que pese a todo pronóstico de algunos detractores, se ubicó en el primer lugar del rating nacional. La historia parece será ajustada a la realidad tal como lo pidió el mismo Diomedes durante las entrevistas previas que le hicieron, al fin y al cabo en su vida sus actuaciones personales nunca fueron un misterio. Para nadie es un secreto que no era un santo y que llevaba una vida llena de excesos y derroches. Pero sí resulta interesante conocer  al ser humano humilde, de origen campesino, generoso, con un gran talento para componer, cantar, enamorar mujeres y encantar a una inmensa fanaticada que aún después de muerto sigue queriéndolo.  



















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