La mala costumbre de autoetiquetarnos
Que tire la primera
piedra la mujer que en algún momento de su vida no haya
sido fufurufa, insaciable, buscona, sugestiva, zángana, casquivana,
muérgana apasionada, fiestera o indomable. O mejor: melómana,
roquera, urbana, adorable, amorosa, encantadora, osada, peligrosa, intuitiva,
dinámica, entretenida, campeona, caprichosa, tranquila, sugestiva, amable,
parcera, solidaria, celestina, sollada, o bailadora. Seguramente faltarán
muchas piedras para tantas que se necesiten lanzar.
Me le quito el
sombrero a los genios de la publicidad y mercado de Masglo que en
menos de una semana pusieron a sonar y a hablar a todo el mundo de
sus esmaltes, gracias a la polémica desatada a través de las redes
sociales, por supuestas mujeres ‘indignadas’ por los calificativos con los que
la marca de belleza decidió identificar su nueva gama de colores.
Como quien
dice, los nuevos productos de Masglo tuvieron publicidad gratis y
todo gracias al reclamo y a los comentarios a favor y en contra de un grupo de
‘feministas’ que se sintieron aludidas y que en un reclamo generalizado
exigen que se les respete su dignidad por considerar algunos
adjetivos calificativos como atrevidos y ofensivos.
Ofensiva la campaña que se
jaló el creativo de esta estrategia publicitaria, a la cabeza de Santiago
Álvarez, director de Mercadeo, quien le salió al paso a las críticas. “Los
nombres de los esmaltes son un tema de recordación, para que la persona los
identifique con el nombre y no con un código, como se hacía antes, nosotros no
buscamos etiquetar a las mujeres, la marca busca ser el cómplice de la mujer”,
explicó.
Yo les pregunto a todas esas ‘feministas’ ofendidas si alguna vez
han ido a comprar su esmalte predilecto, aquel que tantas veces han
usado pero al que nunca recuerdan el código o número con el que
se le identifica en el envase. Seguramente el rojo
fufurufa, el azul casquivana, o el blanco aguardientera los recordarán más fácilmente
con estos apelativos. Como dice el Director de Mercadeo, se trata de
un tema de recordación, no de etiquetar a ninguna mujer con los adjetivos
calificativos que describen sus productos.
Y es que una mala costumbre de autoetiquetarnos o autorotularnos es
la que tenemos los colombianos; de ofendernos y sentirnos aludidos con todo y
de desatar controversias a través de las redes sociales, la mejor
arma actual de libertad de expresión con que cuenta la
humanidad. Ahora debemos tener cuidado cuando decimos
blanco, negro, gordo, flaco, gay o feo, porque alguien se
lo puede tomar demasiado a pecho y resentirse.
Todo en extremo es
dañino o como alguna vez dijo el papa Francisco, “si una persona es gay y busca al Señor y
tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? el
problema no es ser gay,
el problema es el lobby
gay”, es decir, recabar en algo que es inherente al ser humano
y que palabras más o menos hacen referencia a la presión externa excesiva que
se ejerce para recalcar en eso que está ahí visible y que no
necesita juzgamiento de los hombres porque en el reino celestial hay cabida
para todos. Las indignadas están molestas, Masglo está feliz porque su producto se está vendiendo
como ‘pan caliente’ y la polémica desatada fue sólo una cortina de humo que se
esfumó en el ciberespacio y que sin lugar a dudas le generó
mayor cotización en el mercado competitivo.
Le sugiero a Masglo dos nuevos nombres que se les quedaron por fuera: chismosa,
inspirada en quienes se pasan todo el día conectadas en Facebook, Twitter o
Instagram fisgoneando la vida de quienes les gusta ser fisgoneados. Y mojigata,
para las mujeres que quieren ser o parecer pero no lo
son. Y como dice el refrán: “al que le caiga el guante que se lo....
fufurufa, buscona, zángana o casquivana... allá cada quien con su negra o
blanca conciencia.
La mala costumbre de autoetiquetarnos
Que tire la primera
piedra la mujer que en algún momento de su vida no haya
sido fufurufa, insaciable, buscona, sugestiva, zángana, casquivana,
muérgana apasionada, fiestera o indomable. O mejor: melómana,
roquera, urbana, adorable, amorosa, encantadora, osada, peligrosa, intuitiva,
dinámica, entretenida, campeona, caprichosa, tranquila, sugestiva, amable,
parcera, solidaria, celestina, sollada, o bailadora. Seguramente faltarán
muchas piedras para tantas que se necesiten lanzar.
Me le quito el sombrero a los genios de la publicidad y mercado de Masglo que en menos de una semana pusieron a sonar y a hablar a todo el mundo de sus esmaltes, gracias a la polémica desatada a través de las redes sociales, por supuestas mujeres ‘indignadas’ por los calificativos con los que la marca de belleza decidió identificar su nueva gama de colores.
Me le quito el sombrero a los genios de la publicidad y mercado de Masglo que en menos de una semana pusieron a sonar y a hablar a todo el mundo de sus esmaltes, gracias a la polémica desatada a través de las redes sociales, por supuestas mujeres ‘indignadas’ por los calificativos con los que la marca de belleza decidió identificar su nueva gama de colores.
Como quien
dice, los nuevos productos de Masglo tuvieron publicidad gratis y
todo gracias al reclamo y a los comentarios a favor y en contra de un grupo de
‘feministas’ que se sintieron aludidas y que en un reclamo generalizado
exigen que se les respete su dignidad por considerar algunos
adjetivos calificativos como atrevidos y ofensivos.
Ofensiva la campaña que se jaló el creativo de esta estrategia publicitaria, a la cabeza de Santiago Álvarez, director de Mercadeo, quien le salió al paso a las críticas. “Los nombres de los esmaltes son un tema de recordación, para que la persona los identifique con el nombre y no con un código, como se hacía antes, nosotros no buscamos etiquetar a las mujeres, la marca busca ser el cómplice de la mujer”, explicó.
Yo les pregunto a todas esas ‘feministas’ ofendidas si alguna vez han ido a comprar su esmalte predilecto, aquel que tantas veces han usado pero al que nunca recuerdan el código o número con el que se le identifica en el envase. Seguramente el rojo fufurufa, el azul casquivana, o el blanco aguardientera los recordarán más fácilmente con estos apelativos. Como dice el Director de Mercadeo, se trata de un tema de recordación, no de etiquetar a ninguna mujer con los adjetivos calificativos que describen sus productos.
Y es que una mala costumbre de autoetiquetarnos o autorotularnos es la que tenemos los colombianos; de ofendernos y sentirnos aludidos con todo y de desatar controversias a través de las redes sociales, la mejor arma actual de libertad de expresión con que cuenta la humanidad. Ahora debemos tener cuidado cuando decimos blanco, negro, gordo, flaco, gay o feo, porque alguien se lo puede tomar demasiado a pecho y resentirse.
Todo en extremo es dañino o como alguna vez dijo el papa Francisco, “si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? el problema no es ser gay, el problema es el lobby gay”, es decir, recabar en algo que es inherente al ser humano y que palabras más o menos hacen referencia a la presión externa excesiva que se ejerce para recalcar en eso que está ahí visible y que no necesita juzgamiento de los hombres porque en el reino celestial hay cabida para todos. Las indignadas están molestas, Masglo está feliz porque su producto se está vendiendo como ‘pan caliente’ y la polémica desatada fue sólo una cortina de humo que se esfumó en el ciberespacio y que sin lugar a dudas le generó mayor cotización en el mercado competitivo.
Le sugiero a Masglo dos nuevos nombres que se les quedaron por fuera: chismosa, inspirada en quienes se pasan todo el día conectadas en Facebook, Twitter o Instagram fisgoneando la vida de quienes les gusta ser fisgoneados. Y mojigata, para las mujeres que quieren ser o parecer pero no lo son. Y como dice el refrán: “al que le caiga el guante que se lo.... fufurufa, buscona, zángana o casquivana... allá cada quien con su negra o blanca conciencia.
Ofensiva la campaña que se jaló el creativo de esta estrategia publicitaria, a la cabeza de Santiago Álvarez, director de Mercadeo, quien le salió al paso a las críticas. “Los nombres de los esmaltes son un tema de recordación, para que la persona los identifique con el nombre y no con un código, como se hacía antes, nosotros no buscamos etiquetar a las mujeres, la marca busca ser el cómplice de la mujer”, explicó.
Yo les pregunto a todas esas ‘feministas’ ofendidas si alguna vez han ido a comprar su esmalte predilecto, aquel que tantas veces han usado pero al que nunca recuerdan el código o número con el que se le identifica en el envase. Seguramente el rojo fufurufa, el azul casquivana, o el blanco aguardientera los recordarán más fácilmente con estos apelativos. Como dice el Director de Mercadeo, se trata de un tema de recordación, no de etiquetar a ninguna mujer con los adjetivos calificativos que describen sus productos.
Y es que una mala costumbre de autoetiquetarnos o autorotularnos es la que tenemos los colombianos; de ofendernos y sentirnos aludidos con todo y de desatar controversias a través de las redes sociales, la mejor arma actual de libertad de expresión con que cuenta la humanidad. Ahora debemos tener cuidado cuando decimos blanco, negro, gordo, flaco, gay o feo, porque alguien se lo puede tomar demasiado a pecho y resentirse.
Todo en extremo es dañino o como alguna vez dijo el papa Francisco, “si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? el problema no es ser gay, el problema es el lobby gay”, es decir, recabar en algo que es inherente al ser humano y que palabras más o menos hacen referencia a la presión externa excesiva que se ejerce para recalcar en eso que está ahí visible y que no necesita juzgamiento de los hombres porque en el reino celestial hay cabida para todos. Las indignadas están molestas, Masglo está feliz porque su producto se está vendiendo como ‘pan caliente’ y la polémica desatada fue sólo una cortina de humo que se esfumó en el ciberespacio y que sin lugar a dudas le generó mayor cotización en el mercado competitivo.
Le sugiero a Masglo dos nuevos nombres que se les quedaron por fuera: chismosa, inspirada en quienes se pasan todo el día conectadas en Facebook, Twitter o Instagram fisgoneando la vida de quienes les gusta ser fisgoneados. Y mojigata, para las mujeres que quieren ser o parecer pero no lo son. Y como dice el refrán: “al que le caiga el guante que se lo.... fufurufa, buscona, zángana o casquivana... allá cada quien con su negra o blanca conciencia.
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