A MÍ TAMBIÉN ME CAYÓ LA MALDICIÓN...
Por la desmitifcación de que las pereiranas, según el equivocado imaginario popular son mujeres que sucumben fácilmente a los deseos sexuales masculinos
Foto tomada de www.risaraldahoy.com
La caminata denominada "La Marcha de los Espejos" congregó a mujeres de todos los estratos sociales, profesionales, amas de casa, jóvenes, niñas y adultas.
La caminata denominada "La Marcha de los Espejos" congregó a mujeres de todos los estratos sociales, profesionales, amas de casa, jóvenes, niñas y adultas.
El pasado 30
de agosto la ciudad de Pereira celebró
los 150 años de su fundación, y aunque no estaba allá de cuerpo presente para
también conmemorarlos, sí estuve muy pendiente de toda la fiesta, actividades y jolgorio que se generó en torno a tan maravilloso motivo.
Toda esa pereiranidad y entrañables sentimientos de terruño que desde la lejanía
aprecié y también disfruté con felicidad, despertaron en mí una gran
nostalgia porque de esa bella municipalidad donde residí casi una década, tengo los mejores recuerdos de mi vida.
De Pereira
además de: puertas que se me abrieron de
par en par; oportunidades personales y laborales; amigos, conocidos, y la hermosa experiencia de
quererla como propia, explorarla y conocerla en sus cuatro puntos cardinales, tengo los mejores recuerdos. Pero lo mejor de
todo, de Pereira me traje una hija, una personita que todos los días de mi
existencia me recordará que en la ‘Perla del Otún’ vio la luz por
primera vez.
En vísperas
de la conmemoración del Sesquicentenario
de Pereira, me llamó mucho la atención una caminata femenina organizada por dos
jovencitas pereiranas, quienes cansadas de la estigmatización sexual que
históricamente han padecido en el resto de Colombia ( y en otros países también) convocaron a todas las mujeres que se hayan sentido ofendidas. En un valeroso llamado, citaron, con éxito, a una
manifestación pacífica para dignificar y reivindicar su honra, pudor y
respeto.
Yo también soy pereirana
Desde que
tengo uso de razón me
consideraba barranquillera, así lo confirman mi registro civil, mi cédula y todos
mis documentos de identidad. No obstante,
y aunque no hay rastro o testimonio legal que lo ratifique, nací un 25 de marzo
en una casa del barrio Cuba, uno de los
sectores más populares y poblados de la capital risaraldense.
Por cuestiones
de trabajo de mi padre, sólo viví allí 6
meses. El otro semestre antes de completar mi primer año de vida, transcurrieron
para nuestra familia en Santa Rosa de Cabal
Risaralda, mientras que el resto de mi existencia en Barranquilla. Por esa razón me consideraba más
barranquillera que Bocas de Ceniza, el estadio Metropolitano, el Puente
Pumarejo o el ‘Junior tu papá’.
Crecí con la
misma pobre mentalidad y el estigma generalizado en el imaginario colectivo ( y por supuesto errático) de que las pereiranas eran
‘mujeres fáciles’ que sucumbían sin ningún reparo ni reproche a los deseos sexuales masculinos.
Mi primer recuerdo desagradable con mi lugar de nacimiento y a esa mala fama, data de tercero de primaria, cuando una profesora de religión de origen caleño, nos preguntó en clase que dónde habíamos nacido. Yo en medio de mi ingenuidad de niña sincera, respondí que en Pereira, mientras que ella, sin disimular una odiosa risa burlona contrapreguntó “¿y en qué barrio?, en Cuba”. Nunca entendí -y pasada más de tres decádas- sigo sin comprender la ironía en sus palabras.
Mi primer recuerdo desagradable con mi lugar de nacimiento y a esa mala fama, data de tercero de primaria, cuando una profesora de religión de origen caleño, nos preguntó en clase que dónde habíamos nacido. Yo en medio de mi ingenuidad de niña sincera, respondí que en Pereira, mientras que ella, sin disimular una odiosa risa burlona contrapreguntó “¿y en qué barrio?, en Cuba”. Nunca entendí -y pasada más de tres decádas- sigo sin comprender la ironía en sus palabras.
Desde
entonces (y gracias a esa maestra que
estaba para educar y no para crear ni agrandar
complejos) ser de Pereira representaba para mí algo así como una vergüenza. Por
tal razón, cuando me preguntaban mi gentilicio prefería quedarme calladita y
mejor responder tal como se leía en mi registro civil y en mi
tarjeta de identidad: barranquillera.
Tierra lejana y no soñada
Foto tomada de Internet
Panorámica del viaducto César Gaviria Trujillo que comunica a las ciudades de Pereira y Dosquebradas.
Durante toda
mi vida Pereira fue para mí una ciudad lejana. Nunca estuvo entre mis planes
conocerla, tampoco quedarme a vivir allí y mucho menos que allá naciera una de mis hijas. Pero como “a quien no quiere caldo le dan dos tazas”, esa historia comenzó a ser reescrita para
mí en el 2001, año en el que conocí a mi
actual esposo.
Por esas casualidades
de la vida, él es oriundo de un
municipio caldense muy cercano a la
capital risaraldense, de la que guarda vivencias, buenos recuerdos, afectos y donde residen muchos de sus parientes. Menos de un
año pasó desde ese primer encuentro romántico, cuando comencé a vivir lo que
hasta ese momento era para mí, la mejor experiencia de mi vida: conocer el eje
cafetero colombiano.
Al llegar a
esa hermosa región encontré una realidad
distinta a la que existía en mi imaginación y en la de muchos colombianos. Descubrí pueblos hermosos; diferentes
tonalidades de verde por doquier
adornando los paisajes; un clima amañador; tres
ciudades cálidas y acogedoras:Manizales, Armenia y Pereira; y por supuesto, gente chévere, amable, mujeres bonitas, profesionales, inteligentes, trabajadoras, buenas compañeras y excelentes amigas.
A partir de
ese momento el universo se confabuló tanto
a mi favor, que sólo pasaron cuatro meses -desde ese inolvidable paseo- para que se nos presentara la repentina oportunidad laboral que nos permitiera establecernos allá y comenzar a ‘echar raíces’.
Desde
entonces el ‘chip’ que traía hasta ese momento sufrió un corto circuito y se
reinició. A Pereira ( y sus alrededores con toda la gente incluida) comencé a
amarla, respetarla y sobre todo admirarla. Descubrí hombres y mujeres con un pasado arraigado en buenas costumbres familiares; un legado cultural enorme; sentido de pertenencia y especialmente, gente con sólidos principios
y valores.
Y si bien también conocí una cara fea de la moneda que no vale la
pena mencionar, me impresionó el acelerado progreso urbano que allá se vive,
fruto de una pujanza que pareciera correr por las entrañas y las venas de
sus habitantes.
Llegué para conocer y me quedé indefinidamente, así que cuando contaba mi historia, especialmente a las personas de avanzada de edad, todos coincidían en referirme que me había caído la maldición del padre Cañarte.
Llegué para conocer y me quedé indefinidamente, así que cuando contaba mi historia, especialmente a las personas de avanzada de edad, todos coincidían en referirme que me había caído la maldición del padre Cañarte.
Más que maldición, una gran bendición
Lo de la
maldición del padre Remigio Antonio Cañarte lo escuché
por primera vez durante un consejo de redacción en el Periódico La Tarde, casa
editorial donde me dieron la oportunidad de ejercer como periodista.
Casualmente
para esa época la mayoría de redactores procedíamos de distintas regiones tales como:
Valle del Cauca, Antioquia, Tolima, Santander y de la costa Atlántica. Lo que
confirma que Pereira además de ser "Quererendona, Trasnochadora y Morena", es una ciudad de puertas abiertas y de oportunidades.
Fue don
Roberto Arenas Mejía (q.e.p.d.) el gerente en ese momento de La Tarde, quien me
explicó brevemente en qué consistía la maldición del padre Cañarte. “Todo el que
nace en Pereira y se va, tarde o temprano regresa”, recordó Arenas Mejía.
Palabras más, palabras menos, fue la
frase pronunciada por el padre Cañarte, un sacerdote que hace 150 años lideró desde Cartago Valle, la gesta fundadora de Pereira, materializando el sueño de su amigo y paisano fallecido, Francisco Pereira Martínez.
Luego de la muerte del religioso, su enunciado fue interpretado como una ‘maldición’, que a mí -como a muchas otras personas que conocí- también me cayó pero en forma de bendición.
Por cosas de
la vida tuve que partir de Pereira, sin embargo la llevo entrañablemente en mi corazón y desde siempre le hemos
inculcado a nuestra pereiranita (que hoy tiene 4 años) que lleve con
orgullo su origen, que sepa defenderse con argumentos e
inteligencia, de los comentarios y ofensas de quienes se encuentre a lo largo de su vida, que todavía piensen que todas las mujeres pereiranas son mujeres 'fáciles'.
Ojalá que a ella
también le caiga la maldición del padre Cañarte y más adelante pueda experimentar en carne
propia, la hermosa experiencia de conocer uno de los mejores vivideros de Colombia.
PUNTO APARTE...
"... No está probado el origen del mito, pero si el posterior y no acabado señalamiento en contra de las mujeres pereiranas, y mientras nos rasgamos las vestiduras por desmitificar un absurdo cuestionamiento, que en últimas en la vida cotidiana del país cualquier hombre que coincida con una mujer pereirana, comprueba que no es más que una absurda fama (que no sólo atañe a Pereira, porque en todos los lugares del mundo las mujeres y los hombres se prostituyen), dejamos la discusión de fondo frente al real y verdadero problema de la mujer en Colombia, que es la falta de oportunidades y de garantías que comporten igualdad de derechos para la mujer...". publicado por Rafael Ortiz en 2009/08/05. http://esferapublica.org
PUNTO APARTE...
"... No está probado el origen del mito, pero si el posterior y no acabado señalamiento en contra de las mujeres pereiranas, y mientras nos rasgamos las vestiduras por desmitificar un absurdo cuestionamiento, que en últimas en la vida cotidiana del país cualquier hombre que coincida con una mujer pereirana, comprueba que no es más que una absurda fama (que no sólo atañe a Pereira, porque en todos los lugares del mundo las mujeres y los hombres se prostituyen), dejamos la discusión de fondo frente al real y verdadero problema de la mujer en Colombia, que es la falta de oportunidades y de garantías que comporten igualdad de derechos para la mujer...". publicado por Rafael Ortiz en 2009/08/05. http://esferapublica.org