martes, 19 de noviembre de 2013

A MÍ TAMBIÉN ME CAYÓ LA MALDICIÓN...


Por la desmitifcación de que las pereiranas, según el equivocado imaginario popular son mujeres que sucumben fácilmente a los deseos sexuales masculinos

    
                                                        Foto tomada de www.risaraldahoy.com 
La caminata denominada "La Marcha de los Espejos" congregó a mujeres de todos los estratos sociales, profesionales, amas de casa, jóvenes, niñas y adultas.                                                            
El pasado 30 de agosto la ciudad de Pereira celebró los 150 años de su fundación, y aunque no estaba allá de cuerpo presente para también conmemorarlos, sí estuve muy pendiente de toda la fiesta, actividades y jolgorio que se generó en torno a tan maravilloso motivo.

Toda esa pereiranidad y entrañables sentimientos de terruño que desde la lejanía aprecié y también disfruté con felicidad, despertaron en mí una gran nostalgia porque de esa bella municipalidad donde residí casi una década, tengo los mejores recuerdos de mi vida.

De Pereira además  de: puertas que se me abrieron de par en par; oportunidades personales y laborales; amigos, conocidos, y la hermosa experiencia de quererla como propia, explorarla y conocerla en sus cuatro puntos cardinales,  tengo los mejores recuerdos. Pero lo mejor de todo, de Pereira me traje una hija, una personita que todos los días de mi existencia me recordará que en la ‘Perla del Otún’ vio la luz por primera  vez.

En vísperas de la conmemoración del Sesquicentenario de Pereira, me llamó mucho la atención una caminata femenina organizada por dos jovencitas pereiranas, quienes cansadas de la estigmatización sexual que históricamente han padecido en el resto de Colombia ( y en otros países también) convocaron a todas las mujeres que se hayan sentido ofendidas. En un  valeroso llamado, citaron, con éxito, a una manifestación pacífica para dignificar  y reivindicar su honra, pudor y respeto.
 

Yo también soy pereirana

Desde que tengo uso de razón me consideraba barranquillera, así lo confirman mi registro civil, mi cédula y todos mis documentos  de identidad. No obstante, y aunque no hay rastro o testimonio legal que lo ratifique, nací un 25 de marzo en una casa del barrio  Cuba, uno de los sectores más populares y poblados de la capital risaraldense.

Por cuestiones de trabajo de mi padre, sólo viví allí  6 meses. El otro semestre antes de completar mi primer año de vida, transcurrieron  para nuestra familia en Santa Rosa de Cabal Risaralda, mientras que el resto de mi existencia en Barranquilla. Por esa razón me consideraba más barranquillera que  Bocas de  Ceniza, el estadio Metropolitano, el Puente Pumarejo o el ‘Junior tu papá’.

Crecí con la misma pobre mentalidad y el estigma generalizado en el imaginario colectivo ( y por supuesto errático) de que las pereiranas eran ‘mujeres fáciles’ que sucumbían sin ningún reparo ni reproche a los deseos sexuales masculinos. 

Mi primer recuerdo desagradable con mi lugar de nacimiento y a esa mala fama, data de tercero de primaria, cuando una profesora de religión de origen caleño, nos preguntó  en clase  que dónde habíamos nacido. Yo en medio de mi ingenuidad de niña sincera, respondí que  en Pereira, mientras que ella, sin disimular  una odiosa risa burlona contrapreguntó “¿y en qué barrio?, en Cuba”. Nunca entendí -y pasada más de tres decádas-  sigo sin comprender la ironía en sus palabras. 
  
Desde entonces  (y gracias a esa maestra que estaba para educar y no para crear ni agrandar  complejos) ser de Pereira representaba para mí algo así como una vergüenza. Por tal razón, cuando me preguntaban mi gentilicio prefería quedarme calladita y mejor  responder  tal como se leía en mi registro civil y en mi tarjeta de identidad: barranquillera.

Tierra lejana y no soñada


                                                                                           Foto tomada de Internet
Panorámica del viaducto César Gaviria Trujillo que comunica a las ciudades de Pereira y Dosquebradas.

Durante toda mi vida Pereira fue para mí una ciudad lejana. Nunca estuvo entre mis planes conocerla, tampoco quedarme a vivir allí y mucho menos que allá naciera una de mis hijas. Pero como “a quien no quiere caldo le dan dos tazas”, esa historia comenzó a ser reescrita para mí en el  2001, año en el que conocí a mi actual esposo.

Por esas casualidades de la vida, él es oriundo de un municipio caldense  muy cercano a la capital risaraldense, de la que  guarda vivencias, buenos recuerdos, afectos  y donde residen muchos de sus parientes. Menos de un año pasó desde ese primer encuentro romántico, cuando comencé a vivir lo que hasta ese momento era para mí, la mejor experiencia de mi vida: conocer el eje cafetero colombiano.

Al llegar a esa hermosa región encontré  una realidad distinta a la que existía en mi imaginación y en la de muchos colombianos. Descubrí pueblos hermosos; diferentes tonalidades de verde  por doquier adornando los paisajes; un clima amañador; tres ciudades cálidas y acogedoras:Manizales, Armenia y Pereira; y por supuesto,  gente chévere, amable, mujeres bonitas, profesionales, inteligentes, trabajadoras, buenas compañeras y excelentes amigas.

A partir de ese momento el universo se confabuló  tanto a mi favor,  que sólo pasaron cuatro meses -desde  ese inolvidable paseo-  para que se nos presentara la repentina oportunidad laboral que nos permitiera establecernos allá y comenzar a ‘echar raíces’.

Desde entonces el ‘chip’ que traía hasta ese momento sufrió un corto circuito y se reinició. A Pereira ( y sus alrededores con toda la gente incluida) comencé a amarla, respetarla y sobre todo admirarla. Descubrí hombres y mujeres con un pasado arraigado en buenas costumbres familiares; un legado cultural enorme; sentido de pertenencia y especialmente, gente con sólidos principios y valores. 

Y si bien también conocí una cara fea de la moneda que no vale la pena mencionar, me impresionó el acelerado progreso urbano que allá se vive, fruto de una pujanza que pareciera correr por las entrañas y las  venas de  sus habitantes.

Llegué para conocer y me quedé indefinidamente, así que cuando contaba mi historia, especialmente a las personas de avanzada de edad, todos coincidían en referirme que me había caído la maldición del padre Cañarte.

Más que maldición, una gran bendición



Lo de la maldición del padre Remigio Antonio Cañarte lo escuché por primera vez durante un consejo de redacción en el Periódico La Tarde, casa editorial donde me dieron la oportunidad de ejercer como periodista.

Casualmente para esa época la mayoría de redactores procedíamos de distintas regiones tales como: Valle del Cauca, Antioquia, Tolima, Santander y de la costa Atlántica. Lo que confirma que Pereira además de ser "Quererendona, Trasnochadora y Morena", es una ciudad de puertas abiertas y de oportunidades.

Fue don Roberto Arenas Mejía (q.e.p.d.) el gerente en ese momento de La Tarde, quien me explicó brevemente en qué consistía la maldición del padre Cañarte. “Todo el que nace en Pereira y se va, tarde o temprano regresa”, recordó Arenas Mejía. 

Palabras más, palabras menos, fue la frase pronunciada por el padre Cañarte, un sacerdote que hace 150 años lideró desde Cartago Valle, la gesta fundadora de Pereira, materializando el sueño de su amigo y paisano fallecido, Francisco Pereira Martínez.

Luego de la muerte del religioso, su enunciado fue interpretado como una ‘maldición’, que a mí -como a muchas otras personas que conocí- también me cayó pero en forma de bendición.

Por cosas de la vida tuve que partir de Pereira, sin embargo la llevo entrañablemente en mi corazón y desde siempre le hemos inculcado a nuestra pereiranita (que hoy tiene 4 años) que lleve con orgullo su origen, que sepa defenderse con argumentos e inteligencia, de los comentarios y ofensas de quienes se encuentre a lo largo de su vida, que todavía piensen que todas las mujeres pereiranas son mujeres 'fáciles'.

Ojalá que a ella también le caiga la maldición del padre Cañarte y más adelante pueda experimentar en carne propia, la hermosa experiencia de conocer uno de los mejores vivideros de Colombia.

                                                     PUNTO APARTE... 

"... No  está probado el origen del mito, pero si el posterior y no acabado señalamiento en contra de las mujeres pereiranas,  y mientras nos rasgamos las vestiduras por desmitificar un absurdo cuestionamiento, que en últimas en la vida cotidiana del país cualquier hombre que coincida con una mujer pereirana, comprueba que no es más que una absurda fama (que no sólo atañe a Pereira, porque en todos los lugares del mundo las mujeres y los hombres se prostituyen), dejamos la discusión de fondo frente al real y verdadero problema de la mujer en Colombia, que es la falta de oportunidades y de garantías  que comporten igualdad de derechos para la mujer...". publicado por Rafael Ortiz en 2009/08/05. http://esferapublica.org

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