jueves, 13 de noviembre de 2014

Donar órganos, un acto de vida después de la muerte

La ley 73 de 1988 decreta que “Sólo se podrá proceder a la utilización de  los órganos, componentes anatómicos y líquidos orgánicos cuando exista consentimiento del donante, del receptor, de los deudos, abandono del cadáver o presunción legal de donación”. 

A simple vista pareciera una ley de las miles que existen en Colombia, pero como la mayoría de normatividad colombiana solo están escritas ( y mal concebidas) en el papel porque distan de la realidad y la práctica.

De acuerdo con cifras reportadas por el Instituto Nacional de Salud, entre enero y septiembre del 2013 se registraron 262 donantes reales de órganos, mientras que en el mismo periodo del 2012 fueron 298, lo que significa que se presentó una reducción de 12.1%, lo que representa 7 donantes por cada millón de personas. Algo así como las mismas probabilidades de ganarse la lotería.

Para quienes gozamos de buena salud, estas cifras podrían simbolizar frías estadísticas. No obstante, detrás de cada número hay un drama, una persona, una familia sufriendo y a la espera de un milagro. Lo paradójico es que todos podemos convertirnos en ‘santos’ y contribuir a que ese sueño de vida para algunos se haga realidad, que cese la agonía de algún desconocido o que se acorte su angustioso tiempo de espera que en ocasiones puede carcomer más rápido el alma, el cuerpo y el espíritu que la misma enfermedad que padece.

Se estima que en Colombia más de tres mil personas se encuentran en lista de espera de un órgano, de los cuales 450 son niños. Algunos han permanecido
expectantes seis meses, dos años o más; mientras que muchos otros han muerto por una indefinida espera.
En nuestro país no hay consciencia ni sensibilidad a la hora de donar órganos. Con una alta tasa de mortalidad como la que tiene Colombia no es justo que esos órganos o tejidos se conviertan en ‘manjar’ de gusanos bajo tierra, o que se incineren en los hornos crematorios.

El representante a la Cámara por Bogotá, Rodrigo Lara Restrepo, radicó un proyecto de ley con el que busca modificar la Ley 73 de 1988 y la 919 de 2004 relacionada con la donación de órganos. Con dichas modificaciones se pretende atender de manera efectiva la demanda, necesidad, anhelo, angustia y la única esperanza de miles de colombianos.

Sobre los mitos y desinformación que existe en torno a la donación de órganos, la Fundación Donar Colombia aclara que para poder donar algún órgano, la  persona debe morir en cuidados intensivos o urgencias de un hospital bajo condiciones de muerte encefálica. Sólo así puede mantenerse el cuerpo artificialmente desde el momento del fallecimiento hasta que se produce la extracción.

Por ser procedimientos de alta complejidad los trasplantes son realizados en instituciones especiales que cuentan con una alta infraestructura y con profesionales entrenados en esa área, lo cual hace imposible que se obtengan órganos en la calle (tráfico de órganos) como tantas veces se ha especulado.
Fundonar enfatiza que sólo ante una necesidad extrema, frente a la falta de donantes cadavéricos, se plantea la posibilidad del donante vivo, debiendo existir un vínculo familiar. Esta alternativa se refiere únicamente al caso de trasplantes renales y hepáticos. El órgano más común que se dona en vida es el riñón, ya que
una persona puede desarrollar una vida normal con uno solo en funcionamiento. Parte del hígado también puede ser trasplantado.

La donación de órganos entre familiares está permitida exclusivamente cuando se estima que no afectará la salud del donante y existan perspectivas de éxito para el receptor.El Instituto Nacional de Salud brinda asesoría sobre donación de órganos a través de su línea gratuita nacional 018000-113400 (atención 24 horas), o en su página web.

La donación de órganos debería ser un acto de solidaridad, de amor por el prójimo, un acto de vida después de la muerte.

viernes, 3 de octubre de 2014

Le perdí el hilo a la TV nacional 


¿Será que a los libretistas colombianos se les agotó la imaginación?
¿Será que están sufriendo de pereza mental para crear
historias cargadas de otros ingredientes distintos a los que nos vienen entregando hasta saturarnos en los últimos 10 años?”.

Resulta más entretenido y educativo ver seriados infantiles como Phineas y Ferb, Jorge el Curioso o La princesita Sofía que la aburrida,  monótona y trillada programación de los canales nacionales emitidos en el prime time.

Desde hace algún tiempo me volví apática a perder mi valio­so tiempo sentada durante ho­ras frente a un televisor para ver la decadente televisión nacional que nos ofrecen los canales nacionales, especial­mente Caracol y RCN en sus horarios familiar y Triple A, que es la franja que por lo ge­neral tenemos disponible para dedicarnos con tranquilidad y sin afugias al ocio o al entrete­nimiento.
Pero, ¿qué nos están ofre­ciendo esos canales en el hora­rio comprendido entre las 8:00 p.m. después del noticiero y las 10:00 p.m., hora promedio en que quienes trabajamos fuera de casa nos vamos a dormir? Creo que, y con todo el respeto que se merecen quienes están en desacuerdo, programación basura.
Pasando y pasando canales, recientemente me encontré con un documental que trans­mitía precisamente Caracol, con testimonios de críticos de televisión, realizadores, acto­res y directores, quienes da­ban fe que a lo largo de los 60 años de historia de la ‘pantalla chica’ en Colombia, los pro­gramas más exitosos, los más vistos y con más audiencia de todos los tiempos han sido los que llevan altas dosis de hu­mor.
Es decir, que los que más venden por encima de saturados temas cliché en los que se han enfras­cado algunos libretistas como el narcotráfico, la prostitución, la guerra, la infidelidad, etc., son los que nos hacen reír o en los que en su contenido refle­jan la cotidianidad del colom­biano.
En este apartado se inclu­yen también los musicales, programas de concursos y uno que otro reality, excluyendo ‘Protagonistas de telenovela’ (en el que solo escogen bonitas, voluptuosas y musculosos) o Yo me llamo (en el que tenemos que soportar las arrogancias de Amparo Grisales y sus dis­cusiones constantes con Jairo Martínez).
Asimismo, hacían un re­cuento por esas inolvidables series y telenovelas que nos hicieron morir de la risa por sus ocurrencias; pasando por Gallito Ramírez, Romeo y Bu­seta, Los Chinches, Dejémo­nos de Vainas, Yo soy Betty la Fea, Pedro el Escamoso, Los Reyes, La costeña y el cachaco, Sábados Felices, Hasta que la plata nos separe, Los Umaña, El man es Germán, Francisco el matemático, y hasta Padres e Hijos (en sus primeros años).
Entonces, si los mismos ca­nales son conscientes de que el humor es lo que vende, ¿por qué se han enfrascado en `in­vadir´ nuestros hogares en el horario triple A con narcono­velas como ‘Sin tetas no hay paraíso’, ‘El Capo’ (I,II,III) ‘El Mariachi’, ‘Pablo Escobar el patrón del mal’, El Cartel, Las muñecas de la mafia, La viuda de la mafia, ‘Rosario Tijeras’ y no pare de contar, porque la lista es larga.
Esto me hace pensar: ¿Será que a los libretistas colombianos se les ago­tó la imaginación? ¿Será que están sufriendo de pereza men­tal para crear historias carga­das de otros ingredientes?
Quizá estas temáticas sean de gran auge en el extranjero, pero considero que los colom­bianos estamos cansados de que nos hagan recordar ese pasado turbio de violencia y narcotráfico que vivimos, el cual nos  ha dejado secuelas y es­tigmatización.
Como si fuera poco, conside­ro que RCN TV ha caído bajo al transmitir enlatados brasi­leños que parecen historias sin fin.
Esta semana comenzó la emisión de La Voz Kids, que traerá nuevos aires a la franja prime time. Por lo menos así ha quedado demostrado con pocos capítulos al aire en el que niños y niñas del común nos hacen emocionar, reír y hasta llorar con sus talentos y ocurrencias.
Por lo menos, La Voz Kids es un programa que se podrá ver en familia acompañado de nuestros hijos. Caracol se ano­tó un acierto con este progra­ma infantil que refrescará la aburrida y monótona progra­mación.
Cuando La Voz Kids termi­ne yo seguiré pegada al tele­visor: no para ver los canales nacionales que no llenan mis expectativas como televidente, sino al lado de mis hijas peque­ñas viendo Phineas y Ferb, La princesita Sofía, Jorge el Cu­rioso o los Padrinos Mágicos, programas más educativos y entretenidos que por lo menos me hacen pasar un divertido rato en familia.






martes, 26 de noviembre de 2013

Soñando el futuro

Al pasado pisado, al presente de frente, pero el futuro soñado. Comparto interesante artículo por que quiero que dentro de 40 o 50 años ( si Dios me da vida) con mis hijos y nietos,confrontemos lo que ahora la humanidad se imagina o visualiza de cómo será el futuro con la realidad de ese momento. 

Sólo espero que para entonces, sea un mundo mejor para todos, en el que no sólo disfrutemos de la tecnología y los avances científicos que nos faciliten la vida, sino también que vivamos en paz, armonía y siempre guiados por el bien. 

Así se imaginan los chinos los carros voladores del futuro.

http://diarioadn.co/vida/ciencia/expertos-vaticinan-como-ser%C3%A1-el-mundo-en-el-a%C3%B1o-2050-1.86623

CURAR CON CÉLULAS MADRE Y APRENDER IDIOMAS
INSTALANDO UNA APLICACIÓN PODRÍAN SER COSAS COTIDIANAS

Más trabajo para las máquinas
La realidad le gana a la ciencia

Sanar enfermedades terminales utilizando tratamientos con células madre, dispositivos digitales que comenten con los humanos situaciones cotidianas y aprender un idioma a la velocidad que se instala una aplicación de ‘smartphone’, según científicos reconocidos mundialmente, son algunas de las realidades que vivirá la humanidad en el año 2050.  (Según un comercial de televisión así serían algunas realidades en el año 2002)
“En 40 años tendremos ordenadores conscientes, dotados de sentimientos, de su propia personalidad. Tu mejor amigo será un computador. Hablarás con él. Te mirará a la cara y sabrá reconocer tu estado de ánimo”, manifestó Steve Wozniak, cofundador de Apple, en entrevista reciente con www.finanzas.com
“Hoy para aprender un idioma hay que pasar un año estudiando. Cuando puedas instalar una lengua nueva como instalas una aplicación en tu teléfono, lo harás. La línea divisoria entre personas y computadoras tenderá a desaparecer”, agregó Evan Henshaw-Plath.
Actualmente, grandes industrias de la tecnología como IBM o Google, trabajan para insertar en sus equipos funciones propias del cerebro humano.
La ciencia todavía está muy lejos de conocer en totalidad el funcionamiento cerebral. Ni siquiera existe explicación para saber por qué tenemos sensaciones y pensamientos (aunque se conocen los pasos de dichos procesos).Lea aquí la explicación entregada por el investigador colombiano Rodolfo Llinás.
Más allá de las conclusiones con las que se cuentan hoy, Geoge Chuch, ingeniero molecular y profesor de la Universidad de Harvard, se arriesga con el siguiente planteamiento:
“Todo estará dominado por la biotecnología. Ahora, los materiales y las casas se construyen de forma manual: pones un ladrillo y encima otro. La biología trabaja de otro modo: se autoconstruye, con muchas cosas ocurriendo de forma simultánea y rápida. Pensemos en cómo funcionan las células. Si puedes copiar una célula en 20 minutos, ¡también podrás construir una casa en 20 minutos!”.
Que un robot sea capaz de imprimir en 3D el plano de una edificación y posteriormente levantar la obra desde los cimientos hasta la azotea, es algo viable de acuerdo con los avances de la robótica en lo que va del siglo XXI.
Surge entonces el interrogante de qué pasará con el trabajo de las personas. Se puede revisar la historia y notar que desde la Edad Antigua esto es una constante, por lo cual, la raza humana hará la diferencia mientras tenga capacidad para crear y proceder más allá de lo mecánico.
Para referirse a los tiempos de productividad, Manuel Élkin Patarroyo, el científico colombiano que desarrolló la vacuna contra la malaria, expresó: “tendremos que acostumbrarnos es que la edad de jubilación subirá hasta los 78 u 80 años de edad, que es una etapa extremadamente productiva. Yo acabo de cumplir 67 y le puedo asegurar que seguiré productivo hasta los 80. Como habrá un incremento de la esperanza de vida, deberemos enfrentarnos con los problemas asociados a este fenómeno”.
Más allá de las predicciones que se soportan en las dinámicas de las ciencias, y que hablan de un mundo en el que la línea divisoria entre humanos y máquinas será muy delgada, surge la pregunta de qué tan cercanos serán los adelantos sustanciales como la energía solar y los dispositivos digitales en los lugares más remotos o más pobres del planeta.
También existen amenazas como las mentes orientadas al mal, que pueden dedicarse a la manipulación genética o a acaparar los recursos naturales con la intención de dominar.
“A pesar de que parece que la intolerancia y la violencia están aumentando, yo creo que el mundo tiende a la unificación. Lo que estamos observando son los coletazos de una ballena moribunda que va a dar paso a un ascenso del hombre dentro del campo de la solidaridad”, afirmó Manuel Élkin Patarroyo.
Otro aspecto que preocupa a muchos académicos, es la tendencia al mínimo esfuerzo que sigue ganando terreno en las nuevas generaciones, sin importar en millones de casos el entorno socioeconómico.
“Los índices de lecturabilidad entre los jóvenes son muy bajos. En las universidades llegan muchas personas que no comprenden lo que leen y luego salen a ejercer. Creo que la humanidad llegará a un punto de quiebre, cuando abuse del sentido práctico y entonces notará que muchas zonas del cerebro solamente se desarrollan con la lectura”, afirmó Manuel Garavito Cuello, quien lleva más de 40 años dedicado a la enseñanza de las ciencias sociales a nivel escolar y universitario.
Hace décadas, hablar con alguien por medio de una pantalla era exclusivo para los capítulos de Misión Imposible. Por dicha razón, tal vez en el año 2050 no será descabellado que para ayudar al medio ambiente queden a un lado los combustibles, y predominen las tablas para andar en el aire al mejor estilo de Volver al Futuro 2.
Por ahora, lejos de las especulaciones, lo mejor es entender que el mundo vive la era del conocimiento y que la inteligencia será la mejor herramienta para no perder la ‘batalla’ frente a las máquinas.
REDACCIÓN
ESCRÍBENOS A: contenido@diarioadn.co

martes, 19 de noviembre de 2013

A MÍ TAMBIÉN ME CAYÓ LA MALDICIÓN...


Por la desmitifcación de que las pereiranas, según el equivocado imaginario popular son mujeres que sucumben fácilmente a los deseos sexuales masculinos

    
                                                        Foto tomada de www.risaraldahoy.com 
La caminata denominada "La Marcha de los Espejos" congregó a mujeres de todos los estratos sociales, profesionales, amas de casa, jóvenes, niñas y adultas.                                                            
El pasado 30 de agosto la ciudad de Pereira celebró los 150 años de su fundación, y aunque no estaba allá de cuerpo presente para también conmemorarlos, sí estuve muy pendiente de toda la fiesta, actividades y jolgorio que se generó en torno a tan maravilloso motivo.

Toda esa pereiranidad y entrañables sentimientos de terruño que desde la lejanía aprecié y también disfruté con felicidad, despertaron en mí una gran nostalgia porque de esa bella municipalidad donde residí casi una década, tengo los mejores recuerdos de mi vida.

De Pereira además  de: puertas que se me abrieron de par en par; oportunidades personales y laborales; amigos, conocidos, y la hermosa experiencia de quererla como propia, explorarla y conocerla en sus cuatro puntos cardinales,  tengo los mejores recuerdos. Pero lo mejor de todo, de Pereira me traje una hija, una personita que todos los días de mi existencia me recordará que en la ‘Perla del Otún’ vio la luz por primera  vez.

En vísperas de la conmemoración del Sesquicentenario de Pereira, me llamó mucho la atención una caminata femenina organizada por dos jovencitas pereiranas, quienes cansadas de la estigmatización sexual que históricamente han padecido en el resto de Colombia ( y en otros países también) convocaron a todas las mujeres que se hayan sentido ofendidas. En un  valeroso llamado, citaron, con éxito, a una manifestación pacífica para dignificar  y reivindicar su honra, pudor y respeto.
 

Yo también soy pereirana

Desde que tengo uso de razón me consideraba barranquillera, así lo confirman mi registro civil, mi cédula y todos mis documentos  de identidad. No obstante, y aunque no hay rastro o testimonio legal que lo ratifique, nací un 25 de marzo en una casa del barrio  Cuba, uno de los sectores más populares y poblados de la capital risaraldense.

Por cuestiones de trabajo de mi padre, sólo viví allí  6 meses. El otro semestre antes de completar mi primer año de vida, transcurrieron  para nuestra familia en Santa Rosa de Cabal Risaralda, mientras que el resto de mi existencia en Barranquilla. Por esa razón me consideraba más barranquillera que  Bocas de  Ceniza, el estadio Metropolitano, el Puente Pumarejo o el ‘Junior tu papá’.

Crecí con la misma pobre mentalidad y el estigma generalizado en el imaginario colectivo ( y por supuesto errático) de que las pereiranas eran ‘mujeres fáciles’ que sucumbían sin ningún reparo ni reproche a los deseos sexuales masculinos. 

Mi primer recuerdo desagradable con mi lugar de nacimiento y a esa mala fama, data de tercero de primaria, cuando una profesora de religión de origen caleño, nos preguntó  en clase  que dónde habíamos nacido. Yo en medio de mi ingenuidad de niña sincera, respondí que  en Pereira, mientras que ella, sin disimular  una odiosa risa burlona contrapreguntó “¿y en qué barrio?, en Cuba”. Nunca entendí -y pasada más de tres decádas-  sigo sin comprender la ironía en sus palabras. 
  
Desde entonces  (y gracias a esa maestra que estaba para educar y no para crear ni agrandar  complejos) ser de Pereira representaba para mí algo así como una vergüenza. Por tal razón, cuando me preguntaban mi gentilicio prefería quedarme calladita y mejor  responder  tal como se leía en mi registro civil y en mi tarjeta de identidad: barranquillera.

Tierra lejana y no soñada


                                                                                           Foto tomada de Internet
Panorámica del viaducto César Gaviria Trujillo que comunica a las ciudades de Pereira y Dosquebradas.

Durante toda mi vida Pereira fue para mí una ciudad lejana. Nunca estuvo entre mis planes conocerla, tampoco quedarme a vivir allí y mucho menos que allá naciera una de mis hijas. Pero como “a quien no quiere caldo le dan dos tazas”, esa historia comenzó a ser reescrita para mí en el  2001, año en el que conocí a mi actual esposo.

Por esas casualidades de la vida, él es oriundo de un municipio caldense  muy cercano a la capital risaraldense, de la que  guarda vivencias, buenos recuerdos, afectos  y donde residen muchos de sus parientes. Menos de un año pasó desde ese primer encuentro romántico, cuando comencé a vivir lo que hasta ese momento era para mí, la mejor experiencia de mi vida: conocer el eje cafetero colombiano.

Al llegar a esa hermosa región encontré  una realidad distinta a la que existía en mi imaginación y en la de muchos colombianos. Descubrí pueblos hermosos; diferentes tonalidades de verde  por doquier adornando los paisajes; un clima amañador; tres ciudades cálidas y acogedoras:Manizales, Armenia y Pereira; y por supuesto,  gente chévere, amable, mujeres bonitas, profesionales, inteligentes, trabajadoras, buenas compañeras y excelentes amigas.

A partir de ese momento el universo se confabuló  tanto a mi favor,  que sólo pasaron cuatro meses -desde  ese inolvidable paseo-  para que se nos presentara la repentina oportunidad laboral que nos permitiera establecernos allá y comenzar a ‘echar raíces’.

Desde entonces el ‘chip’ que traía hasta ese momento sufrió un corto circuito y se reinició. A Pereira ( y sus alrededores con toda la gente incluida) comencé a amarla, respetarla y sobre todo admirarla. Descubrí hombres y mujeres con un pasado arraigado en buenas costumbres familiares; un legado cultural enorme; sentido de pertenencia y especialmente, gente con sólidos principios y valores. 

Y si bien también conocí una cara fea de la moneda que no vale la pena mencionar, me impresionó el acelerado progreso urbano que allá se vive, fruto de una pujanza que pareciera correr por las entrañas y las  venas de  sus habitantes.

Llegué para conocer y me quedé indefinidamente, así que cuando contaba mi historia, especialmente a las personas de avanzada de edad, todos coincidían en referirme que me había caído la maldición del padre Cañarte.

Más que maldición, una gran bendición



Lo de la maldición del padre Remigio Antonio Cañarte lo escuché por primera vez durante un consejo de redacción en el Periódico La Tarde, casa editorial donde me dieron la oportunidad de ejercer como periodista.

Casualmente para esa época la mayoría de redactores procedíamos de distintas regiones tales como: Valle del Cauca, Antioquia, Tolima, Santander y de la costa Atlántica. Lo que confirma que Pereira además de ser "Quererendona, Trasnochadora y Morena", es una ciudad de puertas abiertas y de oportunidades.

Fue don Roberto Arenas Mejía (q.e.p.d.) el gerente en ese momento de La Tarde, quien me explicó brevemente en qué consistía la maldición del padre Cañarte. “Todo el que nace en Pereira y se va, tarde o temprano regresa”, recordó Arenas Mejía. 

Palabras más, palabras menos, fue la frase pronunciada por el padre Cañarte, un sacerdote que hace 150 años lideró desde Cartago Valle, la gesta fundadora de Pereira, materializando el sueño de su amigo y paisano fallecido, Francisco Pereira Martínez.

Luego de la muerte del religioso, su enunciado fue interpretado como una ‘maldición’, que a mí -como a muchas otras personas que conocí- también me cayó pero en forma de bendición.

Por cosas de la vida tuve que partir de Pereira, sin embargo la llevo entrañablemente en mi corazón y desde siempre le hemos inculcado a nuestra pereiranita (que hoy tiene 4 años) que lleve con orgullo su origen, que sepa defenderse con argumentos e inteligencia, de los comentarios y ofensas de quienes se encuentre a lo largo de su vida, que todavía piensen que todas las mujeres pereiranas son mujeres 'fáciles'.

Ojalá que a ella también le caiga la maldición del padre Cañarte y más adelante pueda experimentar en carne propia, la hermosa experiencia de conocer uno de los mejores vivideros de Colombia.

                                                     PUNTO APARTE... 

"... No  está probado el origen del mito, pero si el posterior y no acabado señalamiento en contra de las mujeres pereiranas,  y mientras nos rasgamos las vestiduras por desmitificar un absurdo cuestionamiento, que en últimas en la vida cotidiana del país cualquier hombre que coincida con una mujer pereirana, comprueba que no es más que una absurda fama (que no sólo atañe a Pereira, porque en todos los lugares del mundo las mujeres y los hombres se prostituyen), dejamos la discusión de fondo frente al real y verdadero problema de la mujer en Colombia, que es la falta de oportunidades y de garantías  que comporten igualdad de derechos para la mujer...". publicado por Rafael Ortiz en 2009/08/05. http://esferapublica.org

sábado, 15 de junio de 2013

EL CONTRASTE DE LA GUERRA Y EL PROGRESO


Retrospectiva del atentado con bomba contra el ex presidente  Álvaro Uribe Vélez hace 11 años en Barranquilla


                                                        Foto tomada de www.skyscrapercity.com      

 Panorámica nocturna de la Avenida del Río Barranquilla


Confieso que soy poco amiga de las celebraciones rimbombantes y públicas, y menos si  la homenajeada soy yo. Así que el pasado domingo 12 de mayo  como la mayoría de mamás en Colombia yo también conmemoré el Día de las Madres pero a mi manera. Ese día entre varias opciones propuestas por mi esposo escogí  ir con las niñas a conocer la nueva y tan mencionada Avenida del Río de Barranquilla, y de regreso, entrar a recorrer el Museo del Caribe que recién celebró su cuarto aniversario de abierto al público. Obras de gran impacto y reflejo de los pasos agigantados del desarrollo urbano de 'Curramba la Bella'. Un plan sencillo pero pensado especialmente para  disfrutar en familia.

Así las cosas, tomamos la carrera 46, vía reconstruida y adecuada para ser  una de las troncales  del Sistema de Transporte Masivo de Barranquilla, Transmetro. Mientras recorríamos  la avenida también conocida como ‘Olaya Herrera’, pensaba en el vertiginoso progreso que esta ciudad de la costa atlántica colombiana ha tenido en los últimos años. Aunque –es lamentable reconocer- que esa prosperidad (social, económica e industrial) esté yendo de la mano con algunos problemas de inseguridad generados por delincuencia común y organizada que tienen  agobiados y muy preocupados a los barranquilleros.

Con mucha expectativa iniciamos nuestro recorrido hacia la calle 30 con la 46, intersección que tiempo atrás se constituía en una de las más caóticas, ruidosas y contaminadas de esta capital. Por ese punto,  atravesado por una de las ramificaciones del río Magdalena denominado ‘Caño de la Auyama’,  históricamente transitaba: el desorden vehicular, el bullicio de la gente, la invasión del espacio público con ventas informales de todo tipo, (especialmente de pescado) los olores nauseabundos, la contaminación visual y auditiva;  y aunque no me consta, el microtráfico de estupefacientes. 


Así que con todo ese panorama poco alentador que siempre conocí, que conservaba en mi memoria y al que los barranquilleros nos habíamos mal acostumbrados, me sorprendió cuando al llegar a esa zona del mercado público llamada ‘Barranquillita’, me encontré de frente con una realidad actual distinta a la de otras épocas. Esta vez, mi primera grata impresión fue con una urbe que se está abriendo paso a la modernidad, que  está reestructurándose y  ‘poniendo en orden la casa’.


Sin embargo, a pesar de redescubrir un ambiente despejado y descontaminado de toda esa maraña de confusión que reinó en antaño, fue inevitable que mi mente retrocediera hasta aquel fatídico 14 de abril de 2002 cuando una explosión estremeció  no sólo a ese populoso sector, sino a toda Barranquilla. Como quien dice, pasar por allí después de tantos años, generó una reacción automática e inconsciente en mi memoria que provocó se me ‘devolviera la película’. 


Casi matan al futuro presidente


                                        Así quedó el campero en el que se movilizaba el candidato Álvaro Uribe Vélez 


Era domingo, un día aparentemente tranquilo para  los periodistas que en la capital del Atlántico cubríamos las noticias Judiciales. Fue tan apacible la mañana que el rutinario recorrido que cada día hacíamos por las diferentes fuentes de  información (comando de la Policía, hospitales, Medicina Legal etc.) terminó más temprano que de costumbre. En casi todas las calles de Barranquilla se respiraba un ambiente de normalidad asociado a calles solitarias, poco tráfico vehicular y de personas. Sólo la algarabía generada por la música a alto volumen irrumpía la quietud dominical en algunas  cuadras y esquinas.

Antes de mediodía, con Edwin Torres Padrón y Manuel Pérez Fruto, mis compañeros de entonces en la Crónica Judicial, del diario La Libertad, ya habíamos regresado de vuelta al periódico para redactar las noticias encontradas durante esa jornada. Cada quien escribió lo suyo, así que antes de las dos de la tarde ya teníamos lista la edición del lunes 15 de abril de 2002, sólo restaba diagramar el cuadernillo y al periodista de turno (ese día Manuel  Pérez) le correspondía esperar unas cuantas horas más por si algo de último momento acontecía.


‘Mañe’ y yo nos quedamos otro rato en la sala de redacción dedicados a diferentes tareas. Como yo vivía inmersa en mi ‘pequeño mundo judicial’, más bien era poca la actualidad política que conocía, por cierto, muy agitada por esos días de campaña electoral en Colombia. Algo había escuchado sobre la visita ese fin de semana a la ciudad  de un candidato presidencial llamado Álvaro Uribe Vélez, nombre que en ese entonces para mí, como para muchos ciudadanos residentes en esta región costera, no  era muy familiar.


Recuerdo que  pasada las tres de la tarde, me preparaba para partir a casa. De repente un estruendoso ruido sacudió y estremeció las instalaciones del periódico y todo a nuestro alrededor. Con Manuel Pérez comenzamos a monitorear las comunicaciones policiales y a llamar a diferentes lugares a indagar sobre el origen de lo que se había escuchado  como un bombazo, sospecha que en cuestión de minutos confirmamos.


Raudos salimos  en nuestro viejo Chevrolet Sprint con dirección al  centro de la ciudad. Siguiendo las coordenadas de la onda explosiva y nuestro instinto periodístico, tomamos la carrera 45 encontrándonos a pocas cuadras con un campero Toyota Land Cruiser, color oscuro, semi destruido y  literalmente en rines. Curiosos desprevenidos que observaban atónitos el automotor, nos narraron que en éste se desplazaba con sus escoltas Álvaro Uribe Vélez y que pese al potente artefacto que estalló a su paso por Barranquillita, todos habían salido ilesos. Horas  después el mismo Uribe Vélez nos relató que la pericia del conductor y el alto blindaje de la camioneta los salvó  milagrosamente no sólo de la bomba, sino también de los proyectiles con que intentaron rematarlos en el mismo lugar del atentado.



Un campo de batalla

Lo que aconteció después del ataque terrorista sin precedentes en la capital del Atlántico, fueron escenas que yo personalmente sólo había visto en películas y en imágenes emitidas en los noticieros nacionales durante  la época de las  arremetidas violentas del tristemente célebre Pablo Escobar y otros carteles colombianos de la droga.

Personas corriendo despavoridas de un lado a otro, llanto, caos, sangre, sonido de ambulancias, policías por todas partes, hospitales recibiendo heridos, y lo peor: 3 muertos en el sitio de los hechos ( dos personas más fallecieron posteriormente) dejó ese tétrico domingo.



El Hospital General de Barranquilla recibió gran parte de las personas afectadas, así que mientras Manuel Pérez recopilaba la información de las víctimas fatales, yo me dirigí hacia ese centro asistencial para  contabilizar y escuchar de viva voz el testimonio  de los lesionados. La mayoría de esos heridos provenían del asentamiento subnormal conocido como ‘Las Colmenas’,  ubicado a un costado del puente de la carrera 46 con calle 30 (a pocos metros del atentado) y donde residían en condiciones deplorables cerca de 200 familias, la mayoría integrada por vendedores informales de pescado y verduras.  

Los niños, las mujeres y los adultos mayores  llevaron la peor parte, pues quizá por el hecho de ser domingo en la tarde, eran quienes se encontraban en sus casas descansando o dedicados a los quehaceres domésticos. Más de 20 personas vi entrar al hospital sangrando, aturdidos, algunos pidiendo auxilio, mientras otros llorando se preguntaban ¿por qué a mí?. A lo mejor la respuesta más aproximada sea: una jugada de mala suerte del impredecible destino.   


Once años después de ese trágico episodio que por siempre quedará marcado en la historia reciente de Barranquilla, las familias afectadas seguramente  todavía lo conservan intacto en sus memorias; otros ya habrán olvidado, por su parte el hoy  ex presidente de Colombia (quien se ha salvado de varios atentados) sigue “vivito, coleando” y vigente. Mientras tanto la vida en esta ciudad continuó su rumbo y su camino hacia el progreso que pareciera no detenerse. Un inevitable contraste entre la guerra y la prosperidad, a propósito de los diálogos de paz que en estos momentos se desarrollan en medio de un cruento conflicto armado que todos soñamos acabe algún día.   

                               
                                               ...PUNTO APARTE

Dedicado a todos mis ex compañeros del Diario La Libertad, de quienes mucho aprendí y a su director-fundador don Roberto Esper Rebaje por haberme dado la oportunidad de aprender en su maravillosa 'escuela'

Jorge Enrique Payares Nieto: Trágica tarde de domingo, la mañana había estado floja y el turno judicial pintaba suave, todos augurabamos una salida temprana, y vea la visita del candidato presidencial se volvió un suceso inolvidable y nos recordó que los turnos judiciales en el periodismo son impredecibles y cambian el curso de las cosas en un fragmento de segundo. Buenísimas tus letras Margarita, pero más bueno es que lo escribas para que nadie nunca lo olvide.

Guillermo Josée González Pedraza: Les recuerdo que a mí me encargaron la misión de ir con Uribe en su recorrido. Primero en la tiendecita, después por el río. Llegamos a la Sociedad Portuaria y me fui a revelar. Dejé a Óscar y a Capella con el candidato. Cuando estaba listo para revelar sonó la bomba. Salí con el sr. Eduardo y tomé a Uribe con Maloff en la 45 con 42 y el Montero. Luego seguí al puente y peleé con el policía que no me dejaba pasar por que habían más explosivos. Al llegar al puente tome varias fotos de  sangre  y adivinen que pasó?... se me acabó el rollito. Como siempre Capella me dio dos ‘colitas’. Llegó después Satur y fuimos al hospital Barranquilla. Buena experiencia llena de adrenalina y aprendizaje. Gracias Elvis por recordarla.  




jueves, 11 de abril de 2013


NOS INVADIERON LOS CHINOS



La ‘invasión’ china se da en Colombia desde que tengo uso de razón. Mi primer ‘encuentro’ con   ese país fue durante mi niñez. O quién de mi generación o un poco antes a la mía no vistió durante su infancia las famosas camisetas chinas, de las blancas, aquellas que nuestros padres  por pura economía, por frescas y cómodas, nos compraban especialmente para hacer educación física.

Frescura, comodidad y  porque permitían ahorro al  desgastado bolsillo de la clase asalariada colombiana. Tres cualidades que hacían de esta prenda  muy apetecida.  Pero les faltaba un detalle: calidad. Y es que no se puede negar que con estos suéteres chinos aplicaba el adagio popular que reza  “lo barato sale caro”, pues al poco tiempo de colocárselas, lavarlas y restregarlas una y otra vez, el cuello se deformaba, la tela se perforaba y sólo quedaban sirviendo como trapo de cocina.

Mi segundo acercamiento con lo  chino, fue precisamente con los chinos, es decir, con ellos de carne y hueso. Sucedió en Campo de la Cruz, municipio del Atlántico, donde residían mis abuelos maternos y donde sagradamente en todas las vacaciones - y a veces en contra de nuestra voluntad- nos mandaban a mi hermana y a mí, a pasar cuantas vacaciones escolares teníamos durante  el año.

Era mediado de los años 80 cuando en una de esas tantas idas y quedadas, llegamos a Campo  y el pueblo andaba revolucionado. El motivo del revuelo de sus pobladores era originado por la presencia de unas personas un tanto extrañas y diferentes, poco sociables, que llegaron como tripulación de la Draga China. 

Su fisionomía, sus raras costumbres y especialmente, su idioma indescifrable, eran la sensación por esos días. Como el trabajo de  dragado en el río Magdalena iba para largo, los orientales se hospedaron en varias casas ubicadas en la calle principal del centro de la municipalidad. De día trabajaban en la draga, mientras que en el tiempo libre  se recreaban.

Una de esas noches con mi hermana y un grupito de amigas, nos fuimos al centro, también a curiosear detenidamente a los extranjeros a quienes mirábamos  cual  extraterrestres de ojos rasgados. Sus actividades de entretención se convertían en  un espectáculo cuando todos salían y  se sentaban en grupos repartidos  a lo largo de la calle, a disputar diferentes juegos de mesa. Las damas chinas se quedaban en pañales frente a los otros incomprensibles pasatiempos que estos orientales trajeron para divertirse en sus horas de descanso.

Nadie entendía de lo que hablaban, si los gritos correspondían a discusiones, o si sus risas  significaban burlas causadas por la gran afluencia de espectadores a su alrededor. Varios meses estuvieron los chinos en Campo de la Cruz, se fueron por donde vinieron y se llevaron  la draga a otra ciudad de Colombia.

Con el transcurrir de los años (se calcula que desde hace 15  aproximadamente) los fabricantes chinos comenzaron a mostrar mejoría en la calidad de sus productos manufacturados  y desde hace menos de una década, inundaron el mercado nacional con  artículos de todo tipo. Actualmente la China ocupa el tercer lugar como uno de los  mayores importadores en Colombia, después de Estados Unidos y México.

Inventario   ‘made in China’



En el mes de diciembre pasado, Dios me dio la oportunidad de comprar los regalos de navidad, representados en su mayoría en ropa y juguetes. Así, que siguiendo mi costumbre de leer indicaciones, ingredientes, fechas de vencimiento y lugar de procedencia de los productos que adquiero, bien sea para mi uso o consumo,  me di a la tarea de hacer una lectura minuciosa de los ítem antes mencionados.

Poco me sorprendió que todos los juguetes, comprados en un prestigioso almacén de esta ciudad, tenían en su etiqueta el rótulo ‘made in China’. Se  trataba de artículos bonitos, buenos y de moda para los niños y niñas, fabricados por los chinos e importados por distribuidoras colombianas. Lo mismo sucedió con la mayoría de prendas de vestir: de buen  diseño, material y colores del momento, que nada tienen que envidiarle a las confecciones nacionales.

Se supone que la consigna es que de la China se importen artículos que no se fabriquen en nuestro país; no obstante, lo que más vende el comercio formal e informal son las manufacturas y el calzado procedente de esa nación asiática, segmentos en el que los colombianos somos expertos.

De la China además de ropa, llegan centenares de productos  que por sus  bajísimos precios  se convierten en una dura competencia para los nacionales. Además de ropa también llegan procedentes de ese país oriental: calzado, juguetes, electrodomésticos, pilas, bombillos, muebles, llantas, bicicletas, motos, automóviles, teléfonos,  y no pare de contar porque la lista es larga. Mientras que Colombia sólo exporta a ese país: café, aceites derivados de petróleo, cueros, insecticidas, madera, desechos de aluminio y de plástico, así como productos  elaborados con acero inoxidable como machetes, tijeras y cuchillos.

Así que en vista de todos esos antecedentes de ‘invasión’ en nuestro mercado, que no data de ayer, ni del año pasado, me pareció exagerada  la controversia generada a principios de este 2013, por la llegada de unos sombreros chinos que a mi parecer, no eran imitación de  los vueltiaos, sino parecidos (llámese chiviados, falsificados o pirateados)  pero con su propio estilo.

Entiendo que los sombreros vueltiaos colombianos, representan un Símbolo Cultural de la Nación, que son hechos artesanalmente por más de 7 mil  familias que devengan su sustento diario de este accesorio y que debemos defender lo nuestro.  Lo que no entiendo es ¿por qué entonces  los otros sectores de la economía nacional que se han visto directamente afectados por una dura competencia china, no han sentado su voz de protesta formal, o por lo menos, exigido más garantías de distribución y comercialización con respecto a esa rivalidad desigual?.

Quizá porque los sombreros nacionales tuvieron dolientes. Pero para mí, sinceramente, los chinos estaban bonitos, bien hechos, ajustaban a la medida, buen diseño y material ‘todo- terreno’, como si los hubiesen elaborados pensando en el  duro trajín de los carnavales de Barranquilla. Especialmente entre los jóvenes calaron bien  porque además de lo anterior,  se acomodaban al presupuesto: mientras que los vueltiaos costaban 30 mil pesos ( los más baratos), los otros se  conseguían en la calle por $10.000, que al final se convertían en 8 mil, con la concebida rebaja. Creo, reitero, que  no imitaban a los vueltiaos colombianos, solamente que los chinos como buenos fabricantes y estrategas de mercado, vieron en ese artículo una excelente oportunidad de negocio.

La misma oportunidad de  ganancia  vieron los empresarios colombianos que invirtieron una fortuna en traer un cargamento de  casi un millón de sombreros comprados a una irrisoria suma de $250  la unidad.  Finalmente el gobierno nacional ordenó el retiro del mercado de  estos sombreros sintéticos, así que ganaron una batalla los artesanos colombianos, pero perdieron  los comerciantes que con la esperanza de una buena utilidad se quedaron con las manos vacías y con los crespos hechos.

Al fin y al cabo desde que Colombia decidió entrar en la ‘onda’ de la globalización, léase: una nueva era de apertura económica, los chinos, -muy pilosos ellos a la hora de producir-, aprovecharon el auge para traer sus productos asequible para todo tipo de consumidor,   quienes finalmente somos los más beneficiados a la hora de comprar y encontrar un abanico de posibilidades para escoger.

Sueño con algún día con conocer la China; pero el día que eso suceda, tendré en cuenta que  cuando salga a caminar por las calles de Pekín, no vestirme con alguna de esas blusas chinas de moda que tengo. Claramente puedo vislumbrar a un grupo de señoras en una esquina mirándome con sus pequeños ojos, murmurando en su complicado idioma y riendo en voz baja. Quizá en ese momento, sea yo el blanco de burlas de aquellas mujeres, porque a lo mejor la ropa que llevo puesta la confeccionaron ellas.

miércoles, 3 de abril de 2013

LA VIDA ES UN CARRUSEL




Hace unos meses llevé a mis hijas menores de 4 y 2 años respectivamente, a montar por primera vez en un carrusel; los mismos que hasta ese momento sólo habían visto en muñequitos de Discovery Kids y Disney Junior. Visiblemente emocionadas hicieron una corta fila de niños y niñas acompañados por sus padres, y al tocarles el turno de entrada corrieron desenfrenadas a escoger sus caballitos. La mayor buscaba el violeta, mientras que a la pequeña poco o nada le importaba el color.

La niña buscó insistentemente el animal morado, pero al no hallarlo desocupado, resignada y sin problema, montó otro. En cuestión de segundos se dio inicio a la giratoria aventura que las llenó de alegría. Definitivamente ver sus rostros sonrientes y llenos de felicidad no tiene precio. Yo me divertía por ellas, pero sinceramente a los pocos segundos ya estaba mareada de tanto dar vueltas y vueltas, subir y bajar.

Comparo ese carrusel de caballitos donde tanto se divierten los niños  con la vida misma, porque gira, gira, unas veces estamos arriba, otras abajo y al final quedamos en el mismo punto de partida que en la existencia humana equivale  a nada.

Llego a esta reflexión a  propósito de la reciente aprehensión de una prestante dama de la sociedad barranquillera, quien hace unas semanas atrás, fue privada de la libertad tras estar siendo investigada por un presunto delito. No soy quien para prejuzgar y mucho menos para juzgar, de eso que se encarguen los jueces porque para eso les pagan. Y no lo hago porque como católica creo que emitir juicios a priori es pecado. Como dice una amiga “ser cristiana no es una religión es un estilo de vida” y todo el mundo es inocente hasta que se le compruebe lo contrario, aunque a veces la justicia también se equivoca y en Colombia sí que se ha equivocado.


No quiero hacer apología, ni alabar, ni demeritar, ni nada de nada, a nadie. Estoy convencida y la vida me ha enseñado que no debemos prejuzgar por una simple apariencia,  por que como reza el refrán,  no todo lo que brilla es oro y cuando uno menos espera, el mendigo puede ser el rey, casos se han visto.

LA TENÍA EN UN PEDESTAL


                                  Silvia Gette, ex rectora de la Universidad Autónoma del Caribe

Corría  el año  1992 cuando ingresé a la facultad de Comunicación Social Periodismo de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla. Con mucho esfuerzo me matricularon para materializar mis sueños de ser periodista. Mi papá con su salario de policía activo pudo pagarme mis estudios profesionales, así que conociendo el sacrificio económico que hacían en mi casa,  me dediqué a estudiar mucho y a  conciencia.

Como buena primípara, con un grupo de compañeras  nos metimos a cuanto curso y actividad extracurricular ofrecía la `U´.  A medida que pasaban los meses,  muchos de los `afiebrados´ de primer semestre, fueron desertando. Con Ana María Held, una de las estudiantes con quien más tuve afinidad y quien luego se convertiría en una de mis mejores amigas (amistad que todavía conservamos), seguimos para adelante, no obstante, a mí, la fiebre me duró  solo un semestre, a Ana, varios más.

En teatro nos encontrábamos cada sábado con Ana María. Las clases eran impartidas en una casa grande ubicada diagonal a la Autónoma, adecuada como la sede de los talleres de varias disciplinas artísticas. La prestigiosa escuela en ese entonces tenía como nombre `Academia de Arte y Gimnasia del Caribe´ de donde se ha graduado más de un actor  profesional. Me acuerdo que las paredes de la academia estaban adornadas  con retratos y fotos hermosamente enmarcados de su fundadora y directora, la señora Silvia Gette Ponce. Los cuadros hacían alusión a instantes de algunas de las presentaciones que por el mundo, hiciera en otrora, la ciudadana argentina radicada en Barranquilla, cuando en sus años de juventud perteneció a una compañía de baile.

Por lo menos a Ana María y a mí, nos embelesaban esas  bellas imágenes de la señora con sus bellos, exóticos  y coloridos vestidos. Pero más admirábamos el hecho de que la bailarina se convirtió después en la esposa del rector de la Autónoma del Caribe, Mario Ceballos Araújo (q.e.p.d.) . Años posteriores la  señora  Gette se graduó como abogada, título al que le prosiguieron maestría y doctorado. La `doctora  Silvia´ -como era conocida  y llamada en toda la región Caribe- pasó a ocupar un importante cargo directivo en el Alma Máter y aunque de vez en cuando la veía en la Academia, mi primer acercamiento personal con ella fue varios semestres después en su oficina. 

Como muchos de los alumnos que pagábamos matrícula con el salario de nuestros padres, cada principio de semestre debíamos hacer una larga fila para pedir financiación. Por razones de salud, ya que me encontraba en avanzado estado de embarazo de mi segunda hija, no pude pasar la solicitud en los tiempos estipulados. Esa demora por poco coloca  en riesgo mi semestre, así que con gran preocupación me dirigí a la oficina del Director Financiero para   explicarle mis motivos. Pero la suerte parecía jugar en mi contra pues el encargado de autorizar mi crédito se había ido sin dejar rastro.

Fue en ese momento cuando me recomendaron como segunda opción ‘pedirle cacao’  a la ‘doctora Silvia’, la otra directiva encargada de autorizar los pagos por cuotas. Me mandaron donde ella, no sin antes advertirme que no garantizaban nada, ya que antes de verla había que solicitarle cita previa. Sin dudarlo y con mi inmensa barriga de 6  meses me dirigí a la otra oficina y tras explicarle a la secretaria lo sucedido, me hizo esperar. Varios minutos pasaron hasta cuando la señora Gette pudo atenderme.

De ese primer encuentro conservo intactas varias cosas: la hermosa oficina con una agradable fragancia; la esposa del rector sentada en un lindo escritorio; su rostro impecablemente maquillado, su cabello dorado como hilos de oro, ella elegantemente vestida; pero especialmente, su mirada directa a mi abultado vientre. Sus ojos denotaban conmoción ante una estudiante joven, embarazada y  pidiendo una oportunidad para seguir su carrera. Sin dudarlo  y sin hacer muchas preguntas, firmó mi orden financiera.

Sin contratiempos, no sólo tuve a mi bebé, sino que también, tiempo después, me gradué recibiendo un merecido diploma que me acreditaba como Comunicadora Social Periodista. Luego comencé a trabajar, me fui a buscar otros rumbos y me desvinculé totalmente de la universidad. Hace unos días recordando con mi amiga Ana María aquellos viejos y buenos tiempos de universitaria, me reveló que la esposa del rector siempre le prestaba sus disfraces de la Academia para los reinados en los que ella participaba y organizaba. Como gesto de gratitud, Ana le llevaba ciruelas y almojábanas de  su pueblo Campeche.

Desde otra ciudad donde residía, siempre seguía de cerca los acontecimientos y novedades que ocurrían  en Barranquilla: Me enteraba de lo bueno,  lo malo y hasta de lo  feo. No puedo negar que me impresionó  saber que en los últimos meses a la señora Gette, (quien luego de fallecer su esposo pasó a ocupar el cargo de rectora pero el año anterior debió renunciar)  comenzaron a endilgarle un  presunto hecho delictivo, ¿creer o no creer?, esa no era la cuestión, sólo me limité a ser una ciudadana espectadora de lo que pudiera suceder, o de lo que la justicia colombiana pudiera dictaminar.

El pasado 12 de febrero, todos los noticieros del país abrieron sus informativos con las imágenes de  la ex rectora, llevada del brazo por unos agentes de la Fiscalía, haciendo efectiva la orden de captura en su contra. Verla visiblemente acongojada, vestida de  negro riguroso, poco maquillaje, y el cabello no tan arreglado como siempre solíamos apreciarle, me desdibujó una bonita figura, de aquella mujer siempre altiva, que conservaba en mis recuerdos. Pero más me conmovió hace una semana,  que  los mismos medios de comunicación divulgaron nuevas fotografías de la ex  rectora de la Autónoma, durante el procedimiento de reseña que las autoridades penitenciarias hacen a los reclusos cuando ingresan a las cárceles de este país.

Hace 18 años ella me miró con compasión cuando entré a su oficina coma una joven estudiante embarazada pidiendo una oportunidad para continuar mi semestre. Esta vez  al verla privada de la libertad, en esa triste situación para cualquier ser humano, en especial para una madre de cuatro hijos, dos de ellos todavía pequeños, soy yo quien la mira con ojos de compasión.  Ahora sólo puedo decir: que Dios se apiade de ella y que sea la justicia terrenal la que al final decida su suerte.

Porque así es la vida, como ese carrusel donde emocionadas disfrutaron mis niñas, que gira y gira, sin saber cuándo, cómo ni dónde, unas veces subiremos y otras estaremos abajo. Porque no sólo es  ascender y llegar a la cúspide de la cima, es saber avanzar sin dejar en el camino piedras que luego a la hora de descender nos hagan tropezar y caer. El poder, el dinero y la fama mal administrados, pueden resultar como un trampolín que nos lanza directo a un abismo de fondo muy espinoso y por ende doloroso.