miércoles, 2 de marzo de 2016

Atrévete a despeinarte

Foto tomada de la página missrizos.com

La ciudad de Riohacha, en La Guajira, es considerada la ‘capital mundial del alicer’, designación popular  que se ha ganado a razón de esta práctica tradicional e histórica entre las damas y porque aquí se asientan las  mejores  estilistas y peluqueras de la costa Caribe, consideradas unas magas a la hora de realizar el procedimiento para estirar  los cabellos rizados y dejarlos tan lacios, de apariencia natural y lo más parecido posible como los de las indígenas wayuú. 
Si bien los tiempos de racismo han quedado rezagados, aún sobreviven en el imaginario de la sociedad algunos indicios. Aún en algunas culturas como la costeña y en algunas regiones del interior del país, las personas se creen de ‘mejor familia’ si sus integrantes  son blancos, ojos claros y si el tipo de cabello que predomina es el lacio, porque creen que son directos descendientes de los españoles o de cualquier otro país europeo que llegó a conquistarnos y no de los negros africanos que se mezclaron con nuestros nativos.  
A las mujeres costeñas en un errado concepto de no aceptarse tal como son,  desde niñas nos han inculcado que si se nace con el cabello rizado, denominado como: ‘malo’, ‘cucuo’,  ‘8.888’, ‘chuto’   o cualquier otro apelativo al pelo crespo, desde que se llegue a cierta edad toca comenzar el esclavizante  estiramiento, alisado o desriz, una rutina que puede extenderse durante toda la vida, sumada al infaltable ‘blower’ o planchado. En caso de que sea hombre tendrá que ‘resignarse’ a dejarse el afro o los rizos, motilarse bajito o entrar a la onda metrosexual, es decir, hacer lo mismo que las mujeres con tal de  ‘verse’ o ‘sentirse’ bien. Gastamos toda la vida invirtiendo dinero, energías  y muchas horas de peluquería para cumplir con este fin como una pesada cruz que debemos llevar siempre a cuestas.
Recientemente una columna escrita por un sociólogo barranquillero para un medio local titulada: ‘Mi cabello no es malo, malo es el racismo’,   hizo  reflexionar en que lo que nos parece  normal e inherente a nuestra vida cotidiana, a veces raya en el racismo o en la no aceptación de nuestra apariencia, de cómo nos vemos y de la influencia que eso ejerce en nuestra autoestima. El mencionado columnista hizo alusión a un interesante movimiento femenino liderado en República Dominicana por un grupo de mujeres que se unieron para compartir vivencias sobre su cabello rizado  y que consignan en missrizos.com. Parecería una página de temas banales; no obstante, el trasfondo del asunto es crear conciencia sobre la autoaceptación, romper paradigmas y salirse de los estereotipos  impuestos por la sociedad de consumo.
Las  blogueras y algunas suscriptoras de ese sitio web, narran sus experiencias y la forma como se han desprendido de los estigmas hasta ‘despeinarse’ de los perjuicios, revelarse y liberarse hasta dejar sus rizos sueltos al natural,   quitándose de encima  un peso con el que han cargado desde siempre. No es fácil, se trata de un proceso de cambio, de interiorización,  aceptación,  originalidad, hacer caso omiso a los parámetros impuestos por las sociedades –o más bien–  las mentes en vía de desarrollo como algunas de las nuestras.
Luego de llevar a la práctica el ejercicio que proponen en missrizos.com, pululan los testimonios de mujeres felices, satisfechas por haberse atrevido y lo más importante, con ganancias para el autoestima. Sin contar con que esos pesos de más, que antes gastaban en mantenimiento capilar, ahora lo emplean para satisfacer otros gustos personales espontáneos, no en viejas costumbres que les impedían ver que la vanidad y lo natural, no riñen entre sí.

viernes, 24 de julio de 2015

La mala costumbre de  autoetiquetarnos



Que tire la primera piedra la mujer que en algún momento de su vida no haya sido  fufurufa, insaciable, buscona, sugestiva, zángana, casquivana, muérgana  apasionada, fiestera o indomable. O mejor: melómana, roquera, urbana, adorable, amorosa, encantadora, osada, peligrosa, intuitiva, dinámica, entretenida, campeona, caprichosa, tranquila, sugestiva, amable, parcera, solidaria, celestina, sollada, o bailadora. Seguramente faltarán muchas piedras para tantas que se necesiten lanzar. 

Me le quito el sombrero a los genios de la publicidad y mercado de  Masglo que en menos de una semana pusieron a sonar y a  hablar a todo el mundo de sus esmaltes,  gracias a la polémica desatada a través de las redes sociales, por supuestas mujeres ‘indignadas’ por los calificativos con los que la  marca de belleza decidió identificar su nueva gama de colores.
Como quien dice,  los nuevos productos de Masglo tuvieron publicidad gratis y todo gracias al reclamo y a los comentarios a favor y en contra de un grupo de ‘feministas’ que se sintieron aludidas y que en un reclamo generalizado exigen  que se les respete su dignidad por considerar algunos adjetivos calificativos como atrevidos y ofensivos. 

Ofensiva la campaña que se jaló el creativo de esta estrategia publicitaria, a la cabeza de Santiago Álvarez, director de Mercadeo, quien le salió al paso a las críticas. “Los nombres de los esmaltes son un tema de recordación, para que la persona los identifique con el nombre y no con un código, como se hacía antes, nosotros no buscamos etiquetar a las mujeres, la marca busca ser el cómplice de la mujer”, explicó.

Yo les  pregunto a todas esas ‘feministas’ ofendidas si alguna vez han ido a comprar su esmalte predilecto, aquel  que tantas veces han usado  pero al que nunca recuerdan el código o número con el que se  le identifica en el envase. Seguramente el  rojo fufurufa, el azul casquivana, o el blanco aguardientera  los  recordarán más  fácilmente con estos apelativos.  Como dice el Director de Mercadeo, se trata de un tema de recordación, no de etiquetar a ninguna mujer con los adjetivos calificativos que describen sus productos.


Y es  que una mala costumbre de autoetiquetarnos o autorotularnos es la que tenemos los colombianos; de ofendernos y sentirnos aludidos con todo y de desatar controversias  a través de las redes sociales, la mejor arma actual de libertad de expresión con que  cuenta la humanidad.  Ahora debemos tener cuidado  cuando decimos blanco, negro, gordo, flaco,  gay o feo,  porque alguien se lo puede tomar demasiado a pecho y resentirse.  


Todo en extremo es dañino o como alguna vez dijo el papa Francisco, “si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? el problema no es ser gay, el problema es el lobby gay”, es decir, recabar en algo que es inherente al ser humano y que palabras más o menos hacen referencia a la presión externa excesiva que se ejerce para recalcar  en eso que está ahí visible y que no necesita juzgamiento de los hombres porque en el reino celestial hay cabida para todos. Las indignadas están molestas, Masglo está feliz porque su producto se está vendiendo como ‘pan caliente’ y la polémica desatada fue sólo una cortina de humo que se esfumó en el ciberespacio y que sin lugar a dudas le generó mayor cotización en el mercado competitivo.

Le sugiero a Masglo dos nuevos nombres que se les quedaron por fuera: chismosa, inspirada en quienes se pasan todo el día conectadas en Facebook, Twitter o Instagram fisgoneando la vida de quienes les gusta ser fisgoneados. Y mojigata, para las mujeres  que quieren ser o parecer pero no lo son.  Y como dice el refrán: “al que le caiga el guante que se lo.... fufurufa, buscona, zángana o casquivana... allá cada quien con su negra o blanca conciencia.



lunes, 2 de febrero de 2015

Mis dos encuentros cercanos
con Diomedes Díaz



Foto tomada en Pereira durante la rueda de prensa ofrecida por  Diomedez Díaz
en el Hotel Pereira en el año 2006  

Como todos los de mi generación crecí escuchando las canciones de Diomedes Díaz. Conservo intacto el recuerdo de mi madre oyendo a todo volumen en su tocadiscos los LP tanto del ‘Cacique’ de La Junta como los de  Rafael Orozco, los cuales repetía una y otra vez por ambos lados. Estos acetatos no se rayaban, a lo sumo se le partía la aguja pero casi siempre en mi casa había guardada una de repuesto.
Desde que tengo uso de razón mi canción favorita era ‘Chispitas de oro’. Cuando me convertí en una adolescente fui incorporando en mi gusto musical muchos artistas más y de diferentes géneros, pero Diomedes y sus hermosas canciones siempre seguían allí encabezando mis preferencias. Cuando apenas pisaba los 16 años en plena flor de mi juventud y para una época de carnavales a principio de los 90, anunciaron el concierto de Diomedes Díaz y Joe Arroyo en una caseta muy cerca de mi casa. Era la oportunidad propicia para conocer a mi ídolo musical además, ambos artistas estaban en la cúspide de sus carreras así que era un espectáculo imperdible.
Como era menor de edad (en esa época las prohibiciones para los jóvenes no eran tan estrictas como ahora) al igual que mis  amigas de baile, nos vestimos y maquillamos como adultas, para parecer mayores y pasar inadvertidas en los controles de  entrada. Una vez adentro  buscamos la mejor ubicación posible, haciéndonos a pocos metros  de la tarima donde veíamos en primer plano toda la presentación. Recuerdo que llegada la hora estábamos emocionadas con Diomedes quien interpretó magistralmente todos sus éxitos, verseó, improvisó y encantó a toda su fanaticada, incluyéndome. También conservo intacto en mi memoria que por estar tan cerca veíamos más de la cuenta lo que unas  jóvenes  criadas en medio de sanos ambientes, no deberíamos haber presenciado y que en su debido momento tampoco comprendíamos. 
Aparte de cantar y tomar licor, casi que al mismo tiempo, Diomedes a un lado de la tarima inhalaba un polvo blanco que parecía lo ‘activaba’ más de la cuenta. Años después entendí que era cocaína. Ese primer encuentro cercano con el ‘Cacique’ no lo quitó de mis preferencias vallenatas, continué admirándolo, pero como artista,  más no como persona.
La carrera de Diomedes la seguí hasta cuando lo encarcelaron por la muerte de Doris Adriana Niño, cuando  estuvo enfermo postrado en una silla de ruedas y hasta cuando lo encarcelaron en Valledupar desde donde preparó un trabajo discográfico con Franco Arguelles el cual no gozó de la misma aceptación ni éxito que los anteriores. 
Después al unirse con Iván Zuleta la casa disquera Sony Music intensificó la promoción de su nuevo CD y como estrategia de mercadeo llevó de gira a Diomedes por todo el país, incluyendo Pereira, la ciudad donde yo residía y me desempeñaba como periodista de Farándula.
Casi 20 años después de ese primer encuentro en la caseta de Barranquilla, sin propiciarlo, tendría por segunda vez a Diomedes cara a cara durante la rueda de prensa con los medios de comunicación del Eje Cafetero, donde mostró  secuelas de la enfermedad y problemas para responder  las preguntas que se le formulaban, varias de sus respuestas fueron incoherentes, considero que fue un sacrificio de promoción que hizo, más no gozaba de plenas facultades.
Ese día no dejé pasar la oportunidad de tomarme una foto con el ídolo vallenato de todos los tiempos y mucho menos, faltar a su concierto en el estadio Hernán Ramírez Villegas. 
Esa noche Diomedes, se hizo esperar más de la cuenta, llegó tarde, era notoria su embriaguez, se le olvidaban las letras de las canciones y no tenía en óptimas condiciones su voz. Contraria fue la majestuosa interpretación del acordeón que hizo el joven Iván Zuleta. Muchos fanáticos como yo salimos decepcionados y convencidos de que el ‘Cacique’ estaba en su ocaso.
Ese segundo  y último acercamiento con uno de los más grandes del vallenato, volvió a mi memoria el pasado martes mientras veía  el primer capítulo de la serie de televisión que muestra su vida y obra. Muy acertada la historia, especialmente el momento en que el personaje interpretado por el joven abogado actor y cantante, Orlando Liñán, llegó al camerino del Parque de la Leyenda Vallenata donde sentenció que no saldría a cantar por temor a las críticas que recibiría luego de su retorno a los escenarios tras haber quedado en libertad. Yo fui una de las que lo criticó en la vida real después de presenciarlo en aquel concierto de Pereira.
La realización televisiva del Canal RCN me tocó la fibra; buena actuación, excelente fotografía y un impecable trabajo de producción que pese a todo pronóstico de algunos detractores, se ubicó en el primer lugar del rating nacional. La historia parece será ajustada a la realidad tal como lo pidió el mismo Diomedes durante las entrevistas previas que le hicieron, al fin y al cabo en su vida sus actuaciones personales nunca fueron un misterio. Para nadie es un secreto que no era un santo y que llevaba una vida llena de excesos y derroches. Pero sí resulta interesante conocer  al ser humano humilde, de origen campesino, generoso, con un gran talento para componer, cantar, enamorar mujeres y encantar a una inmensa fanaticada que aún después de muerto sigue queriéndolo.  



















jueves, 13 de noviembre de 2014

Donar órganos, un acto de vida después de la muerte

La ley 73 de 1988 decreta que “Sólo se podrá proceder a la utilización de  los órganos, componentes anatómicos y líquidos orgánicos cuando exista consentimiento del donante, del receptor, de los deudos, abandono del cadáver o presunción legal de donación”. 

A simple vista pareciera una ley de las miles que existen en Colombia, pero como la mayoría de normatividad colombiana solo están escritas ( y mal concebidas) en el papel porque distan de la realidad y la práctica.

De acuerdo con cifras reportadas por el Instituto Nacional de Salud, entre enero y septiembre del 2013 se registraron 262 donantes reales de órganos, mientras que en el mismo periodo del 2012 fueron 298, lo que significa que se presentó una reducción de 12.1%, lo que representa 7 donantes por cada millón de personas. Algo así como las mismas probabilidades de ganarse la lotería.

Para quienes gozamos de buena salud, estas cifras podrían simbolizar frías estadísticas. No obstante, detrás de cada número hay un drama, una persona, una familia sufriendo y a la espera de un milagro. Lo paradójico es que todos podemos convertirnos en ‘santos’ y contribuir a que ese sueño de vida para algunos se haga realidad, que cese la agonía de algún desconocido o que se acorte su angustioso tiempo de espera que en ocasiones puede carcomer más rápido el alma, el cuerpo y el espíritu que la misma enfermedad que padece.

Se estima que en Colombia más de tres mil personas se encuentran en lista de espera de un órgano, de los cuales 450 son niños. Algunos han permanecido
expectantes seis meses, dos años o más; mientras que muchos otros han muerto por una indefinida espera.
En nuestro país no hay consciencia ni sensibilidad a la hora de donar órganos. Con una alta tasa de mortalidad como la que tiene Colombia no es justo que esos órganos o tejidos se conviertan en ‘manjar’ de gusanos bajo tierra, o que se incineren en los hornos crematorios.

El representante a la Cámara por Bogotá, Rodrigo Lara Restrepo, radicó un proyecto de ley con el que busca modificar la Ley 73 de 1988 y la 919 de 2004 relacionada con la donación de órganos. Con dichas modificaciones se pretende atender de manera efectiva la demanda, necesidad, anhelo, angustia y la única esperanza de miles de colombianos.

Sobre los mitos y desinformación que existe en torno a la donación de órganos, la Fundación Donar Colombia aclara que para poder donar algún órgano, la  persona debe morir en cuidados intensivos o urgencias de un hospital bajo condiciones de muerte encefálica. Sólo así puede mantenerse el cuerpo artificialmente desde el momento del fallecimiento hasta que se produce la extracción.

Por ser procedimientos de alta complejidad los trasplantes son realizados en instituciones especiales que cuentan con una alta infraestructura y con profesionales entrenados en esa área, lo cual hace imposible que se obtengan órganos en la calle (tráfico de órganos) como tantas veces se ha especulado.
Fundonar enfatiza que sólo ante una necesidad extrema, frente a la falta de donantes cadavéricos, se plantea la posibilidad del donante vivo, debiendo existir un vínculo familiar. Esta alternativa se refiere únicamente al caso de trasplantes renales y hepáticos. El órgano más común que se dona en vida es el riñón, ya que
una persona puede desarrollar una vida normal con uno solo en funcionamiento. Parte del hígado también puede ser trasplantado.

La donación de órganos entre familiares está permitida exclusivamente cuando se estima que no afectará la salud del donante y existan perspectivas de éxito para el receptor.El Instituto Nacional de Salud brinda asesoría sobre donación de órganos a través de su línea gratuita nacional 018000-113400 (atención 24 horas), o en su página web.

La donación de órganos debería ser un acto de solidaridad, de amor por el prójimo, un acto de vida después de la muerte.

viernes, 3 de octubre de 2014

Le perdí el hilo a la TV nacional 


¿Será que a los libretistas colombianos se les agotó la imaginación?
¿Será que están sufriendo de pereza mental para crear
historias cargadas de otros ingredientes distintos a los que nos vienen entregando hasta saturarnos en los últimos 10 años?”.

Resulta más entretenido y educativo ver seriados infantiles como Phineas y Ferb, Jorge el Curioso o La princesita Sofía que la aburrida,  monótona y trillada programación de los canales nacionales emitidos en el prime time.

Desde hace algún tiempo me volví apática a perder mi valio­so tiempo sentada durante ho­ras frente a un televisor para ver la decadente televisión nacional que nos ofrecen los canales nacionales, especial­mente Caracol y RCN en sus horarios familiar y Triple A, que es la franja que por lo ge­neral tenemos disponible para dedicarnos con tranquilidad y sin afugias al ocio o al entrete­nimiento.
Pero, ¿qué nos están ofre­ciendo esos canales en el hora­rio comprendido entre las 8:00 p.m. después del noticiero y las 10:00 p.m., hora promedio en que quienes trabajamos fuera de casa nos vamos a dormir? Creo que, y con todo el respeto que se merecen quienes están en desacuerdo, programación basura.
Pasando y pasando canales, recientemente me encontré con un documental que trans­mitía precisamente Caracol, con testimonios de críticos de televisión, realizadores, acto­res y directores, quienes da­ban fe que a lo largo de los 60 años de historia de la ‘pantalla chica’ en Colombia, los pro­gramas más exitosos, los más vistos y con más audiencia de todos los tiempos han sido los que llevan altas dosis de hu­mor.
Es decir, que los que más venden por encima de saturados temas cliché en los que se han enfras­cado algunos libretistas como el narcotráfico, la prostitución, la guerra, la infidelidad, etc., son los que nos hacen reír o en los que en su contenido refle­jan la cotidianidad del colom­biano.
En este apartado se inclu­yen también los musicales, programas de concursos y uno que otro reality, excluyendo ‘Protagonistas de telenovela’ (en el que solo escogen bonitas, voluptuosas y musculosos) o Yo me llamo (en el que tenemos que soportar las arrogancias de Amparo Grisales y sus dis­cusiones constantes con Jairo Martínez).
Asimismo, hacían un re­cuento por esas inolvidables series y telenovelas que nos hicieron morir de la risa por sus ocurrencias; pasando por Gallito Ramírez, Romeo y Bu­seta, Los Chinches, Dejémo­nos de Vainas, Yo soy Betty la Fea, Pedro el Escamoso, Los Reyes, La costeña y el cachaco, Sábados Felices, Hasta que la plata nos separe, Los Umaña, El man es Germán, Francisco el matemático, y hasta Padres e Hijos (en sus primeros años).
Entonces, si los mismos ca­nales son conscientes de que el humor es lo que vende, ¿por qué se han enfrascado en `in­vadir´ nuestros hogares en el horario triple A con narcono­velas como ‘Sin tetas no hay paraíso’, ‘El Capo’ (I,II,III) ‘El Mariachi’, ‘Pablo Escobar el patrón del mal’, El Cartel, Las muñecas de la mafia, La viuda de la mafia, ‘Rosario Tijeras’ y no pare de contar, porque la lista es larga.
Esto me hace pensar: ¿Será que a los libretistas colombianos se les ago­tó la imaginación? ¿Será que están sufriendo de pereza men­tal para crear historias carga­das de otros ingredientes?
Quizá estas temáticas sean de gran auge en el extranjero, pero considero que los colom­bianos estamos cansados de que nos hagan recordar ese pasado turbio de violencia y narcotráfico que vivimos, el cual nos  ha dejado secuelas y es­tigmatización.
Como si fuera poco, conside­ro que RCN TV ha caído bajo al transmitir enlatados brasi­leños que parecen historias sin fin.
Esta semana comenzó la emisión de La Voz Kids, que traerá nuevos aires a la franja prime time. Por lo menos así ha quedado demostrado con pocos capítulos al aire en el que niños y niñas del común nos hacen emocionar, reír y hasta llorar con sus talentos y ocurrencias.
Por lo menos, La Voz Kids es un programa que se podrá ver en familia acompañado de nuestros hijos. Caracol se ano­tó un acierto con este progra­ma infantil que refrescará la aburrida y monótona progra­mación.
Cuando La Voz Kids termi­ne yo seguiré pegada al tele­visor: no para ver los canales nacionales que no llenan mis expectativas como televidente, sino al lado de mis hijas peque­ñas viendo Phineas y Ferb, La princesita Sofía, Jorge el Cu­rioso o los Padrinos Mágicos, programas más educativos y entretenidos que por lo menos me hacen pasar un divertido rato en familia.






martes, 26 de noviembre de 2013

Soñando el futuro

Al pasado pisado, al presente de frente, pero el futuro soñado. Comparto interesante artículo por que quiero que dentro de 40 o 50 años ( si Dios me da vida) con mis hijos y nietos,confrontemos lo que ahora la humanidad se imagina o visualiza de cómo será el futuro con la realidad de ese momento. 

Sólo espero que para entonces, sea un mundo mejor para todos, en el que no sólo disfrutemos de la tecnología y los avances científicos que nos faciliten la vida, sino también que vivamos en paz, armonía y siempre guiados por el bien. 

Así se imaginan los chinos los carros voladores del futuro.

http://diarioadn.co/vida/ciencia/expertos-vaticinan-como-ser%C3%A1-el-mundo-en-el-a%C3%B1o-2050-1.86623

CURAR CON CÉLULAS MADRE Y APRENDER IDIOMAS
INSTALANDO UNA APLICACIÓN PODRÍAN SER COSAS COTIDIANAS

Más trabajo para las máquinas
La realidad le gana a la ciencia

Sanar enfermedades terminales utilizando tratamientos con células madre, dispositivos digitales que comenten con los humanos situaciones cotidianas y aprender un idioma a la velocidad que se instala una aplicación de ‘smartphone’, según científicos reconocidos mundialmente, son algunas de las realidades que vivirá la humanidad en el año 2050.  (Según un comercial de televisión así serían algunas realidades en el año 2002)
“En 40 años tendremos ordenadores conscientes, dotados de sentimientos, de su propia personalidad. Tu mejor amigo será un computador. Hablarás con él. Te mirará a la cara y sabrá reconocer tu estado de ánimo”, manifestó Steve Wozniak, cofundador de Apple, en entrevista reciente con www.finanzas.com
“Hoy para aprender un idioma hay que pasar un año estudiando. Cuando puedas instalar una lengua nueva como instalas una aplicación en tu teléfono, lo harás. La línea divisoria entre personas y computadoras tenderá a desaparecer”, agregó Evan Henshaw-Plath.
Actualmente, grandes industrias de la tecnología como IBM o Google, trabajan para insertar en sus equipos funciones propias del cerebro humano.
La ciencia todavía está muy lejos de conocer en totalidad el funcionamiento cerebral. Ni siquiera existe explicación para saber por qué tenemos sensaciones y pensamientos (aunque se conocen los pasos de dichos procesos).Lea aquí la explicación entregada por el investigador colombiano Rodolfo Llinás.
Más allá de las conclusiones con las que se cuentan hoy, Geoge Chuch, ingeniero molecular y profesor de la Universidad de Harvard, se arriesga con el siguiente planteamiento:
“Todo estará dominado por la biotecnología. Ahora, los materiales y las casas se construyen de forma manual: pones un ladrillo y encima otro. La biología trabaja de otro modo: se autoconstruye, con muchas cosas ocurriendo de forma simultánea y rápida. Pensemos en cómo funcionan las células. Si puedes copiar una célula en 20 minutos, ¡también podrás construir una casa en 20 minutos!”.
Que un robot sea capaz de imprimir en 3D el plano de una edificación y posteriormente levantar la obra desde los cimientos hasta la azotea, es algo viable de acuerdo con los avances de la robótica en lo que va del siglo XXI.
Surge entonces el interrogante de qué pasará con el trabajo de las personas. Se puede revisar la historia y notar que desde la Edad Antigua esto es una constante, por lo cual, la raza humana hará la diferencia mientras tenga capacidad para crear y proceder más allá de lo mecánico.
Para referirse a los tiempos de productividad, Manuel Élkin Patarroyo, el científico colombiano que desarrolló la vacuna contra la malaria, expresó: “tendremos que acostumbrarnos es que la edad de jubilación subirá hasta los 78 u 80 años de edad, que es una etapa extremadamente productiva. Yo acabo de cumplir 67 y le puedo asegurar que seguiré productivo hasta los 80. Como habrá un incremento de la esperanza de vida, deberemos enfrentarnos con los problemas asociados a este fenómeno”.
Más allá de las predicciones que se soportan en las dinámicas de las ciencias, y que hablan de un mundo en el que la línea divisoria entre humanos y máquinas será muy delgada, surge la pregunta de qué tan cercanos serán los adelantos sustanciales como la energía solar y los dispositivos digitales en los lugares más remotos o más pobres del planeta.
También existen amenazas como las mentes orientadas al mal, que pueden dedicarse a la manipulación genética o a acaparar los recursos naturales con la intención de dominar.
“A pesar de que parece que la intolerancia y la violencia están aumentando, yo creo que el mundo tiende a la unificación. Lo que estamos observando son los coletazos de una ballena moribunda que va a dar paso a un ascenso del hombre dentro del campo de la solidaridad”, afirmó Manuel Élkin Patarroyo.
Otro aspecto que preocupa a muchos académicos, es la tendencia al mínimo esfuerzo que sigue ganando terreno en las nuevas generaciones, sin importar en millones de casos el entorno socioeconómico.
“Los índices de lecturabilidad entre los jóvenes son muy bajos. En las universidades llegan muchas personas que no comprenden lo que leen y luego salen a ejercer. Creo que la humanidad llegará a un punto de quiebre, cuando abuse del sentido práctico y entonces notará que muchas zonas del cerebro solamente se desarrollan con la lectura”, afirmó Manuel Garavito Cuello, quien lleva más de 40 años dedicado a la enseñanza de las ciencias sociales a nivel escolar y universitario.
Hace décadas, hablar con alguien por medio de una pantalla era exclusivo para los capítulos de Misión Imposible. Por dicha razón, tal vez en el año 2050 no será descabellado que para ayudar al medio ambiente queden a un lado los combustibles, y predominen las tablas para andar en el aire al mejor estilo de Volver al Futuro 2.
Por ahora, lejos de las especulaciones, lo mejor es entender que el mundo vive la era del conocimiento y que la inteligencia será la mejor herramienta para no perder la ‘batalla’ frente a las máquinas.
REDACCIÓN
ESCRÍBENOS A: contenido@diarioadn.co

martes, 19 de noviembre de 2013

A MÍ TAMBIÉN ME CAYÓ LA MALDICIÓN...


Por la desmitifcación de que las pereiranas, según el equivocado imaginario popular son mujeres que sucumben fácilmente a los deseos sexuales masculinos

    
                                                        Foto tomada de www.risaraldahoy.com 
La caminata denominada "La Marcha de los Espejos" congregó a mujeres de todos los estratos sociales, profesionales, amas de casa, jóvenes, niñas y adultas.                                                            
El pasado 30 de agosto la ciudad de Pereira celebró los 150 años de su fundación, y aunque no estaba allá de cuerpo presente para también conmemorarlos, sí estuve muy pendiente de toda la fiesta, actividades y jolgorio que se generó en torno a tan maravilloso motivo.

Toda esa pereiranidad y entrañables sentimientos de terruño que desde la lejanía aprecié y también disfruté con felicidad, despertaron en mí una gran nostalgia porque de esa bella municipalidad donde residí casi una década, tengo los mejores recuerdos de mi vida.

De Pereira además  de: puertas que se me abrieron de par en par; oportunidades personales y laborales; amigos, conocidos, y la hermosa experiencia de quererla como propia, explorarla y conocerla en sus cuatro puntos cardinales,  tengo los mejores recuerdos. Pero lo mejor de todo, de Pereira me traje una hija, una personita que todos los días de mi existencia me recordará que en la ‘Perla del Otún’ vio la luz por primera  vez.

En vísperas de la conmemoración del Sesquicentenario de Pereira, me llamó mucho la atención una caminata femenina organizada por dos jovencitas pereiranas, quienes cansadas de la estigmatización sexual que históricamente han padecido en el resto de Colombia ( y en otros países también) convocaron a todas las mujeres que se hayan sentido ofendidas. En un  valeroso llamado, citaron, con éxito, a una manifestación pacífica para dignificar  y reivindicar su honra, pudor y respeto.
 

Yo también soy pereirana

Desde que tengo uso de razón me consideraba barranquillera, así lo confirman mi registro civil, mi cédula y todos mis documentos  de identidad. No obstante, y aunque no hay rastro o testimonio legal que lo ratifique, nací un 25 de marzo en una casa del barrio  Cuba, uno de los sectores más populares y poblados de la capital risaraldense.

Por cuestiones de trabajo de mi padre, sólo viví allí  6 meses. El otro semestre antes de completar mi primer año de vida, transcurrieron  para nuestra familia en Santa Rosa de Cabal Risaralda, mientras que el resto de mi existencia en Barranquilla. Por esa razón me consideraba más barranquillera que  Bocas de  Ceniza, el estadio Metropolitano, el Puente Pumarejo o el ‘Junior tu papá’.

Crecí con la misma pobre mentalidad y el estigma generalizado en el imaginario colectivo ( y por supuesto errático) de que las pereiranas eran ‘mujeres fáciles’ que sucumbían sin ningún reparo ni reproche a los deseos sexuales masculinos. 

Mi primer recuerdo desagradable con mi lugar de nacimiento y a esa mala fama, data de tercero de primaria, cuando una profesora de religión de origen caleño, nos preguntó  en clase  que dónde habíamos nacido. Yo en medio de mi ingenuidad de niña sincera, respondí que  en Pereira, mientras que ella, sin disimular  una odiosa risa burlona contrapreguntó “¿y en qué barrio?, en Cuba”. Nunca entendí -y pasada más de tres decádas-  sigo sin comprender la ironía en sus palabras. 
  
Desde entonces  (y gracias a esa maestra que estaba para educar y no para crear ni agrandar  complejos) ser de Pereira representaba para mí algo así como una vergüenza. Por tal razón, cuando me preguntaban mi gentilicio prefería quedarme calladita y mejor  responder  tal como se leía en mi registro civil y en mi tarjeta de identidad: barranquillera.

Tierra lejana y no soñada


                                                                                           Foto tomada de Internet
Panorámica del viaducto César Gaviria Trujillo que comunica a las ciudades de Pereira y Dosquebradas.

Durante toda mi vida Pereira fue para mí una ciudad lejana. Nunca estuvo entre mis planes conocerla, tampoco quedarme a vivir allí y mucho menos que allá naciera una de mis hijas. Pero como “a quien no quiere caldo le dan dos tazas”, esa historia comenzó a ser reescrita para mí en el  2001, año en el que conocí a mi actual esposo.

Por esas casualidades de la vida, él es oriundo de un municipio caldense  muy cercano a la capital risaraldense, de la que  guarda vivencias, buenos recuerdos, afectos  y donde residen muchos de sus parientes. Menos de un año pasó desde ese primer encuentro romántico, cuando comencé a vivir lo que hasta ese momento era para mí, la mejor experiencia de mi vida: conocer el eje cafetero colombiano.

Al llegar a esa hermosa región encontré  una realidad distinta a la que existía en mi imaginación y en la de muchos colombianos. Descubrí pueblos hermosos; diferentes tonalidades de verde  por doquier adornando los paisajes; un clima amañador; tres ciudades cálidas y acogedoras:Manizales, Armenia y Pereira; y por supuesto,  gente chévere, amable, mujeres bonitas, profesionales, inteligentes, trabajadoras, buenas compañeras y excelentes amigas.

A partir de ese momento el universo se confabuló  tanto a mi favor,  que sólo pasaron cuatro meses -desde  ese inolvidable paseo-  para que se nos presentara la repentina oportunidad laboral que nos permitiera establecernos allá y comenzar a ‘echar raíces’.

Desde entonces el ‘chip’ que traía hasta ese momento sufrió un corto circuito y se reinició. A Pereira ( y sus alrededores con toda la gente incluida) comencé a amarla, respetarla y sobre todo admirarla. Descubrí hombres y mujeres con un pasado arraigado en buenas costumbres familiares; un legado cultural enorme; sentido de pertenencia y especialmente, gente con sólidos principios y valores. 

Y si bien también conocí una cara fea de la moneda que no vale la pena mencionar, me impresionó el acelerado progreso urbano que allá se vive, fruto de una pujanza que pareciera correr por las entrañas y las  venas de  sus habitantes.

Llegué para conocer y me quedé indefinidamente, así que cuando contaba mi historia, especialmente a las personas de avanzada de edad, todos coincidían en referirme que me había caído la maldición del padre Cañarte.

Más que maldición, una gran bendición



Lo de la maldición del padre Remigio Antonio Cañarte lo escuché por primera vez durante un consejo de redacción en el Periódico La Tarde, casa editorial donde me dieron la oportunidad de ejercer como periodista.

Casualmente para esa época la mayoría de redactores procedíamos de distintas regiones tales como: Valle del Cauca, Antioquia, Tolima, Santander y de la costa Atlántica. Lo que confirma que Pereira además de ser "Quererendona, Trasnochadora y Morena", es una ciudad de puertas abiertas y de oportunidades.

Fue don Roberto Arenas Mejía (q.e.p.d.) el gerente en ese momento de La Tarde, quien me explicó brevemente en qué consistía la maldición del padre Cañarte. “Todo el que nace en Pereira y se va, tarde o temprano regresa”, recordó Arenas Mejía. 

Palabras más, palabras menos, fue la frase pronunciada por el padre Cañarte, un sacerdote que hace 150 años lideró desde Cartago Valle, la gesta fundadora de Pereira, materializando el sueño de su amigo y paisano fallecido, Francisco Pereira Martínez.

Luego de la muerte del religioso, su enunciado fue interpretado como una ‘maldición’, que a mí -como a muchas otras personas que conocí- también me cayó pero en forma de bendición.

Por cosas de la vida tuve que partir de Pereira, sin embargo la llevo entrañablemente en mi corazón y desde siempre le hemos inculcado a nuestra pereiranita (que hoy tiene 4 años) que lleve con orgullo su origen, que sepa defenderse con argumentos e inteligencia, de los comentarios y ofensas de quienes se encuentre a lo largo de su vida, que todavía piensen que todas las mujeres pereiranas son mujeres 'fáciles'.

Ojalá que a ella también le caiga la maldición del padre Cañarte y más adelante pueda experimentar en carne propia, la hermosa experiencia de conocer uno de los mejores vivideros de Colombia.

                                                     PUNTO APARTE... 

"... No  está probado el origen del mito, pero si el posterior y no acabado señalamiento en contra de las mujeres pereiranas,  y mientras nos rasgamos las vestiduras por desmitificar un absurdo cuestionamiento, que en últimas en la vida cotidiana del país cualquier hombre que coincida con una mujer pereirana, comprueba que no es más que una absurda fama (que no sólo atañe a Pereira, porque en todos los lugares del mundo las mujeres y los hombres se prostituyen), dejamos la discusión de fondo frente al real y verdadero problema de la mujer en Colombia, que es la falta de oportunidades y de garantías  que comporten igualdad de derechos para la mujer...". publicado por Rafael Ortiz en 2009/08/05. http://esferapublica.org

sábado, 15 de junio de 2013

EL CONTRASTE DE LA GUERRA Y EL PROGRESO


Retrospectiva del atentado con bomba contra el ex presidente  Álvaro Uribe Vélez hace 11 años en Barranquilla


                                                        Foto tomada de www.skyscrapercity.com      

 Panorámica nocturna de la Avenida del Río Barranquilla


Confieso que soy poco amiga de las celebraciones rimbombantes y públicas, y menos si  la homenajeada soy yo. Así que el pasado domingo 12 de mayo  como la mayoría de mamás en Colombia yo también conmemoré el Día de las Madres pero a mi manera. Ese día entre varias opciones propuestas por mi esposo escogí  ir con las niñas a conocer la nueva y tan mencionada Avenida del Río de Barranquilla, y de regreso, entrar a recorrer el Museo del Caribe que recién celebró su cuarto aniversario de abierto al público. Obras de gran impacto y reflejo de los pasos agigantados del desarrollo urbano de 'Curramba la Bella'. Un plan sencillo pero pensado especialmente para  disfrutar en familia.

Así las cosas, tomamos la carrera 46, vía reconstruida y adecuada para ser  una de las troncales  del Sistema de Transporte Masivo de Barranquilla, Transmetro. Mientras recorríamos  la avenida también conocida como ‘Olaya Herrera’, pensaba en el vertiginoso progreso que esta ciudad de la costa atlántica colombiana ha tenido en los últimos años. Aunque –es lamentable reconocer- que esa prosperidad (social, económica e industrial) esté yendo de la mano con algunos problemas de inseguridad generados por delincuencia común y organizada que tienen  agobiados y muy preocupados a los barranquilleros.

Con mucha expectativa iniciamos nuestro recorrido hacia la calle 30 con la 46, intersección que tiempo atrás se constituía en una de las más caóticas, ruidosas y contaminadas de esta capital. Por ese punto,  atravesado por una de las ramificaciones del río Magdalena denominado ‘Caño de la Auyama’,  históricamente transitaba: el desorden vehicular, el bullicio de la gente, la invasión del espacio público con ventas informales de todo tipo, (especialmente de pescado) los olores nauseabundos, la contaminación visual y auditiva;  y aunque no me consta, el microtráfico de estupefacientes. 


Así que con todo ese panorama poco alentador que siempre conocí, que conservaba en mi memoria y al que los barranquilleros nos habíamos mal acostumbrados, me sorprendió cuando al llegar a esa zona del mercado público llamada ‘Barranquillita’, me encontré de frente con una realidad actual distinta a la de otras épocas. Esta vez, mi primera grata impresión fue con una urbe que se está abriendo paso a la modernidad, que  está reestructurándose y  ‘poniendo en orden la casa’.


Sin embargo, a pesar de redescubrir un ambiente despejado y descontaminado de toda esa maraña de confusión que reinó en antaño, fue inevitable que mi mente retrocediera hasta aquel fatídico 14 de abril de 2002 cuando una explosión estremeció  no sólo a ese populoso sector, sino a toda Barranquilla. Como quien dice, pasar por allí después de tantos años, generó una reacción automática e inconsciente en mi memoria que provocó se me ‘devolviera la película’. 


Casi matan al futuro presidente


                                        Así quedó el campero en el que se movilizaba el candidato Álvaro Uribe Vélez 


Era domingo, un día aparentemente tranquilo para  los periodistas que en la capital del Atlántico cubríamos las noticias Judiciales. Fue tan apacible la mañana que el rutinario recorrido que cada día hacíamos por las diferentes fuentes de  información (comando de la Policía, hospitales, Medicina Legal etc.) terminó más temprano que de costumbre. En casi todas las calles de Barranquilla se respiraba un ambiente de normalidad asociado a calles solitarias, poco tráfico vehicular y de personas. Sólo la algarabía generada por la música a alto volumen irrumpía la quietud dominical en algunas  cuadras y esquinas.

Antes de mediodía, con Edwin Torres Padrón y Manuel Pérez Fruto, mis compañeros de entonces en la Crónica Judicial, del diario La Libertad, ya habíamos regresado de vuelta al periódico para redactar las noticias encontradas durante esa jornada. Cada quien escribió lo suyo, así que antes de las dos de la tarde ya teníamos lista la edición del lunes 15 de abril de 2002, sólo restaba diagramar el cuadernillo y al periodista de turno (ese día Manuel  Pérez) le correspondía esperar unas cuantas horas más por si algo de último momento acontecía.


‘Mañe’ y yo nos quedamos otro rato en la sala de redacción dedicados a diferentes tareas. Como yo vivía inmersa en mi ‘pequeño mundo judicial’, más bien era poca la actualidad política que conocía, por cierto, muy agitada por esos días de campaña electoral en Colombia. Algo había escuchado sobre la visita ese fin de semana a la ciudad  de un candidato presidencial llamado Álvaro Uribe Vélez, nombre que en ese entonces para mí, como para muchos ciudadanos residentes en esta región costera, no  era muy familiar.


Recuerdo que  pasada las tres de la tarde, me preparaba para partir a casa. De repente un estruendoso ruido sacudió y estremeció las instalaciones del periódico y todo a nuestro alrededor. Con Manuel Pérez comenzamos a monitorear las comunicaciones policiales y a llamar a diferentes lugares a indagar sobre el origen de lo que se había escuchado  como un bombazo, sospecha que en cuestión de minutos confirmamos.


Raudos salimos  en nuestro viejo Chevrolet Sprint con dirección al  centro de la ciudad. Siguiendo las coordenadas de la onda explosiva y nuestro instinto periodístico, tomamos la carrera 45 encontrándonos a pocas cuadras con un campero Toyota Land Cruiser, color oscuro, semi destruido y  literalmente en rines. Curiosos desprevenidos que observaban atónitos el automotor, nos narraron que en éste se desplazaba con sus escoltas Álvaro Uribe Vélez y que pese al potente artefacto que estalló a su paso por Barranquillita, todos habían salido ilesos. Horas  después el mismo Uribe Vélez nos relató que la pericia del conductor y el alto blindaje de la camioneta los salvó  milagrosamente no sólo de la bomba, sino también de los proyectiles con que intentaron rematarlos en el mismo lugar del atentado.



Un campo de batalla

Lo que aconteció después del ataque terrorista sin precedentes en la capital del Atlántico, fueron escenas que yo personalmente sólo había visto en películas y en imágenes emitidas en los noticieros nacionales durante  la época de las  arremetidas violentas del tristemente célebre Pablo Escobar y otros carteles colombianos de la droga.

Personas corriendo despavoridas de un lado a otro, llanto, caos, sangre, sonido de ambulancias, policías por todas partes, hospitales recibiendo heridos, y lo peor: 3 muertos en el sitio de los hechos ( dos personas más fallecieron posteriormente) dejó ese tétrico domingo.



El Hospital General de Barranquilla recibió gran parte de las personas afectadas, así que mientras Manuel Pérez recopilaba la información de las víctimas fatales, yo me dirigí hacia ese centro asistencial para  contabilizar y escuchar de viva voz el testimonio  de los lesionados. La mayoría de esos heridos provenían del asentamiento subnormal conocido como ‘Las Colmenas’,  ubicado a un costado del puente de la carrera 46 con calle 30 (a pocos metros del atentado) y donde residían en condiciones deplorables cerca de 200 familias, la mayoría integrada por vendedores informales de pescado y verduras.  

Los niños, las mujeres y los adultos mayores  llevaron la peor parte, pues quizá por el hecho de ser domingo en la tarde, eran quienes se encontraban en sus casas descansando o dedicados a los quehaceres domésticos. Más de 20 personas vi entrar al hospital sangrando, aturdidos, algunos pidiendo auxilio, mientras otros llorando se preguntaban ¿por qué a mí?. A lo mejor la respuesta más aproximada sea: una jugada de mala suerte del impredecible destino.   


Once años después de ese trágico episodio que por siempre quedará marcado en la historia reciente de Barranquilla, las familias afectadas seguramente  todavía lo conservan intacto en sus memorias; otros ya habrán olvidado, por su parte el hoy  ex presidente de Colombia (quien se ha salvado de varios atentados) sigue “vivito, coleando” y vigente. Mientras tanto la vida en esta ciudad continuó su rumbo y su camino hacia el progreso que pareciera no detenerse. Un inevitable contraste entre la guerra y la prosperidad, a propósito de los diálogos de paz que en estos momentos se desarrollan en medio de un cruento conflicto armado que todos soñamos acabe algún día.   

                               
                                               ...PUNTO APARTE

Dedicado a todos mis ex compañeros del Diario La Libertad, de quienes mucho aprendí y a su director-fundador don Roberto Esper Rebaje por haberme dado la oportunidad de aprender en su maravillosa 'escuela'

Jorge Enrique Payares Nieto: Trágica tarde de domingo, la mañana había estado floja y el turno judicial pintaba suave, todos augurabamos una salida temprana, y vea la visita del candidato presidencial se volvió un suceso inolvidable y nos recordó que los turnos judiciales en el periodismo son impredecibles y cambian el curso de las cosas en un fragmento de segundo. Buenísimas tus letras Margarita, pero más bueno es que lo escribas para que nadie nunca lo olvide.

Guillermo Josée González Pedraza: Les recuerdo que a mí me encargaron la misión de ir con Uribe en su recorrido. Primero en la tiendecita, después por el río. Llegamos a la Sociedad Portuaria y me fui a revelar. Dejé a Óscar y a Capella con el candidato. Cuando estaba listo para revelar sonó la bomba. Salí con el sr. Eduardo y tomé a Uribe con Maloff en la 45 con 42 y el Montero. Luego seguí al puente y peleé con el policía que no me dejaba pasar por que habían más explosivos. Al llegar al puente tome varias fotos de  sangre  y adivinen que pasó?... se me acabó el rollito. Como siempre Capella me dio dos ‘colitas’. Llegó después Satur y fuimos al hospital Barranquilla. Buena experiencia llena de adrenalina y aprendizaje. Gracias Elvis por recordarla.